La "locura" en la que ocupo mi tiempo, cada día, no me acerca al dinero u otras comodidades, ni me permite tener acceso a los "amigos influyentes" que todo hombre exitoso anhela, ni representa un medio para la captación de fondos de alguna entidad estatal o privada, no, en absoluto; pero sí, mis cosas, con todo lo que implique para mi apariencia, estados de ánimos o bienestar económico, me hacen eternamente dichoso, libre, enamorado de los orgasmos que me regala la vida. A veces, lo reconozco, algún exceso o mi mala conciencia, altera la tranquilidad de muchos, incluyendo la mía. Me siento agobiado entonces, culpable, mísero, deseoso de un abrazo sincero, del perdón que no merezco. Y luego ya estoy detenido en una meditación profunda, hastiado de tanta concentración, como queriendo justificar lo incierto, para encontrar el norte que se acomode a las respuestas que busco y quiero encontrar. En otras ocasiones, en cambio, la luz de la vitalidad escupe en mi cara