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Personaje ilustre: William Shakespeare

Escribe: Oswaldo Gonzaga Salazar

 
 



William Shakespeare (1564 - 1616)

Considerado como el más grande poeta y dramaturgo de la Edad de Oro de la literatura inglesa, la figura de William Shakespeare se proyecta a través de los siglos posteriores hasta nuestros días sorprendiéndonos con la legitimidad de sus palabras que lo hace tan actual y vigente, presentándonos una visión del hombre y del mundo con una precisión, profundidad y expresividad inigualables. Diríamos que ha logrado consignar en su obra todos los avatares de nuestra educación humana. Por eso es que algunas veces es divertido, gracioso, burlesco, y en otras es filosófico, moralista, apasionado, satírico o crítico grave y mordaz.

Nació –y murió– en Stratford-upon-Avon, pequeño poblado cercano a Londres. A los siete años comienza sus estudios y los interrumpe y deja a los trece; en adelante su formación será de autodidacta. Tuvo que desempeñar los más diversos oficios debido a la precariedad económica de la familia. A los dieciocho años se casó con Anne Hathaway y tuvieron tres hijos.

Decidido a alcanzar fama y fortuna, marchó a Londres, de donde volvió triunfante, lo que le permitió devolverle el bienestar a su familia y adquirir terrenos y una villa holgada y amplia a la que siempre retornaría en pos del ansiado descanso: habían transcurrido diez largos años. Tal fue el prestigio que adquirió, que fue proclamado el primer dramaturgo y poeta de su tiempo.

El poeta fue actor y autor a la vez. Comenzó escribiendo adaptaciones de comedias antiguas para ser representadas y no leídas. Logró la aceptación y hasta admiración de la reina Isabel, que incluso asistía a sus representaciones.

 
 



A los veintinueve años publicó su primera obra, "Trabajos de amor perdidos", a las que siguieron "Romeo y Julieta", su primera tragedia;  luego las fantasías exquisitas y brillantes de "Sueños de una noche de verano", la "Comedia de las equivocaciones", "Los dos hidalgos de Verona". Estas obras pertenecen a su primera etapa, la del joven atolondrado, travieso, alegre, descuidado y romántico.

A partir de 1594, comenzó a escribir obras de mayor profundidad basadas en temas históricos en los que se aprecia la madurez de su estilo, "Ricardo III" y "El Rey Juan", de gran calidad humana y fidelidad histórica.

Pero las obras que debían elevarlo más alto a los ojos de todas las generaciones, por las que sería más conocido y aclamado, todavía estaban por escribirse. Y sucedió que algo tremendo –que nunca se llegó a saber– debió conmocionar al poeta que le hizo cambiar radicalmente de carácter: se volvió grave, reservado, reflexivo, muy prudente. Esto influyó en sus escritos. A la par que se daba la madurez de su estilo, adquirió más profundidad y fuerza su pensamiento. En esta etapa crea obras como "Macbeth" y su desenfrenada ambición y arrepentimiento; lo escabroso y terrible de los celos en "Otelo"; las dudas metafísicas y trágicas de "Hamlet"; la usura del judío Shylock, en "El mercader de Venecia"; las escenas dolorosas del "Rey Lear". Son obras de madurez.

Sobreviene después un periodo de descanso; y es entonces que escribe "Cimbelino", "Cuentos de invierno", "La tempestad". Este último es quizás el más personal de sus dramas. Afirmaba que para producir un buen drama, siempre era necesaria una gran pasión.

También abordó la condición de la mujer. Trazó, aprovechando su conocimiento de la psicología femenina, los retratos de las heroínas valientes, nobles, y aun del mal, brujas. Y más allá de la realidad, en su realismo fantástico se remontó a las ruinas y símbolos de la fantasía de duendes, monstruos y hechiceros como Titania, Puck, Calibán.

Con el transcurrir del tiempo –casi cinco centurias– se han tejido muchas suposiciones alrededor de la vida del escritor que rayan en lo inverosímil. Qué él no escribió esas obras; que fue un autor mediocre y uno de los socios del teatro "El Globo". También que las produjeron una agrupación de sabios y él solo firmaba y actuaba. Lo importante es que las obras allí están como una manifestación del genio poético humano. Buscando una respuesta se ha pretendido abrir su tumba. Unos versos advierten el castigo para quien se atreva:

Buen amigo, por Jesús abstente 
de remover el polvo aquí encerrado.
Bendito sea quien respete estas piedras 
y maldito quien mueva mis huesos.

 
 


Su compatriota, el poeta Matthew Arnold dice del vate: "Jamás hubo hombre alguno dotado de tan grande poder para reflejar las experiencias y sentimientos más profundos que anidan en el alma humana":

Los rudos pesares,
la triste flaqueza,
y cuanto espíritu
inmortal apena,
los duelos que agobian,
las grandes miserias,
 lo reflejó todo,
su frente serena,
la más victoriosa
que miró la tierra.


OBRAS

COMEDIAS:  "Los dos caballeros de Verona"; "La comedia de las equivocaciones"; "La fierecilla domada"; "Trabajos de amor perdidos"; "Sueño de una noche de verano"; "El mercader de Venecia"; "Mucho ruido y pocas nueces"; "Las alegres comadres de Windsor"; "Noche de Reyes"; "Bien está lo que bien acaba"; "Medida por medida".

TRAGICOMEDIAS: "Pericles"; "Cimbelino"; "El cuento de invierno"; "La tempestad"; "Historia de Cardenio"; "Los dos parientes nobles".
 
DRAMAS HISTÓRICOS: "Enrique V" (tres partes); "Ricardo II", también considerada tragedia; "Ricardo I"; "El rey Juan"; "Eduardo II"; "Enrique I" (dos partes); "Enrique VIII".
 
TRAGEDIAS: "Tomás Moro"; "Tito Andrónico"; "Romeo y Julieta"; "Julio César"; "Hamlet"; "Troilo y Crésida"; "Otelo"; "El rey Lear"; "Macbeth"; "Antonio y Cleopatra"; "Timón de Atenas"; "Coriolano".
 
POESÍA: "Venus y Adonis"; "La violación de Lucrecia"; "Sonetos"; "Querellas de una amante"; "El peregrino apasionado"; "A la reina"; "El fénix y la tórtola"; "Elegía fúnebre"; "Epitafio"; "Testamento".


Otelo (fragmento) - William Shakespeare
Una alcoba en el castillo. Desdémona en 
el lecho, dormida. Una lámpara (besándola).

 
 


D: ¿Quién es? ¿Otelo? 
O: Sí, Desdémona. 
D: ¿No te acuestas, señor? 
O: ¿Has rezado esta noche, Desdémona? 
D: Sí, mi señor. 
O: Si te queda algún pecado 
    que no haya alcanzado la gracia del cielo, 
    ruega su perdón. 
D: ¡Dios santo! ¿Qué quieres decir con eso? 
O: Vamos, reza y no tardes. Mientras, me retiraré. 
    No quiero matar tu alma si no está 
    preparada. ¡No lo quiera Dios! No voy a matarla
D: ¿Hablas de matar?
O: Sí, eso he dicho.
D: Pues que el cielo se apiade de mí.
O: Amén, de todo corazón.
D: Si dices eso, no creo que quieras matarme.
O: ¡Mmm!
D: Sin embargo, me asustas, pues eres temible
    con esos ojos de fuego. Por qué tengo miedo
    no sé, si no tengo culpa; pero siento miedo.
O: Piensa en tus pecados.
D: Son amores que te doy.
O: Pues por eso has de morir.
D: Matar por amor es dar muerte cruel.
    ¡Ah! ¿Por qué te muerdes el labio?
    Alguna violencia conmueve tu cuerpo.
    Son presagios. Sin embargo, espero,
    espero que no irán contra mí.
O: ¡Calla y escucha!
D: Bien, ¿qué ocurre?
O: A Casio le has dado aquel pañuelo 
    tan querido que yo te regalé. 
D: ¡No, por mi vida y mi alma! 
     Mándale llamar y pregúntale. 
O: Guárdate, alma mía, guárdate 
    del perjurio. Estás en tu lecho de muerte. 
D: Pero aún no he de morir. 
O: Sí, ahora mismo; con que confiesa 
    abiertamente tu pecado, pues negar 
    con juramentos cada cargo no puede 
    destruir ni ahogar la convicción 
    que me atormenta. Vas a morir.
D: ¡Que Dios se apiade de mí! 
O: Pues, amén. 
D: ¡Apiádate tú también! Jamás 
    he pecado contra ti; jamás sentí por Casio 
    nada más que el afecto común 
    que Dios permite. Jamás le di prenda. 
O: ¡Por Dios, le vi el pañuelo en la mano! 
     ¡Ah, perjura! Me pones de piedra el corazón 
     y vuelves crimen mi propósito, 
     cuando yo lo creía sacrificio. 
     Le vi el pañuelo.
D: Él lo encontraría. Yo no se lo di.
    Mándale que venga y confiese la verdad.
O: Ya ha confesado.
D: ¿Qué ha confesado?
O: Que habéis tenido trato.
D: ¿Cómo? ¿Carnal?
O: Sí.
D: No puede decir eso.
O: No, le han cerrado la boca.
    Se encargó el honrado Yago.
D: El miedo me engaña. ¿Ha muerto?
O: Si hubieran sido vidas sus cabellos,
     mi venganza podría con todas. 
D: ¡Ah, le han engañado y yo estoy perdida! 
O: ¡Calla, zorra! ¿Le lloras en mi cara? 
D: ¡Ah, destiérrame, señor, mas no me mates! 
O: ¡Muere, zorra! 
D: ¡Mátame mañana! ¡Esta noche no!
O: Como te resistas...
D: ¡Sólo media hora!
O: Empezar es acabar.
D: ¡Que rece una oración!
O: Demasiado tarde.

La ahoga

D: ¡Dios mío, Dios mío!
EMILIA: [desde dentro]
   ¡Señor, señor! ¡Eh, señor, señor!
O: ¿Qué ruido es ése? ‑¿Aún vives? ¿Todavía?
    Soy cruel, pero clemente.
    No quiero alargar tu agonía.
    Así, así.


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