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Utopías y desvaríos (34)

 
 


La "locura" en la que ocupo mi tiempo, cada día, no me acerca al dinero u otras comodidades, ni me permite tener acceso a los "amigos influyentes" que todo hombre exitoso anhela, ni representa un medio para la captación de fondos de alguna entidad estatal o privada, no, en absoluto; pero sí, mis cosas, con todo lo que implique para mi apariencia, estados de ánimos o bienestar económico, me hacen eternamente dichoso, libre, enamorado de los orgasmos que me regala la vida.

A veces, lo reconozco, algún exceso o mi mala conciencia, altera la tranquilidad de muchos, incluyendo  la mía. Me siento agobiado entonces, culpable, mísero, deseoso de un abrazo sincero, del perdón que no merezco. Y luego ya estoy detenido en una meditación profunda, hastiado de tanta concentración, como queriendo justificar lo incierto, para encontrar el norte que se acomode a las respuestas que busco y quiero encontrar.

En otras ocasiones, en cambio, la luz de la vitalidad escupe en mi cara sus rayos de intensa armonía, a veces de a pocos, o casi siempre de forma exagerada. Me abre el pecho esta luminiscencia, destierra mis huesos de este impune cuerpo que porto, e invasiva, con las cenizas de mis vísceras, se impera con la proyección de lo que realmente soy: un alma desnuda y blanca.    

Y recorro esta superficie terrenal, expuesto a la sofocación, con dudas, insano; o recubierto de proyecciones y sueños, lúcido. 

Adusto o afable, sereno u obsesivo, alevoso o transparente… ¡mis extremos me condenan, aíslan, proyectan, o encumbran!
Esta insania es única, caprichosamente inspiradora. Si he de perecer por alguno de mis arrebatos, ayer, mañana, u hoy, seguramente a mis despojos los han de comer, o incinerar, o desaparecer; pero lo único imposible de arrebatarme, será la esencia de esas composiciones que mis dedos y mi cabeza pretenden inmortalizar.   

La ostentación me ocupa, me baña y ensucia, es cierto; por tanto, es improbable la concepción de alguna muestra de sutileza en mis afirmaciones: antes tendría que enfriarse el astro rey. Lo que afirmo, apunta a las aseveraciones del vulgo, tan desacertadas y fuera de lugar con respecto a la originalidad de mis palabras. 

En mí, nada está dicho, que se entienda: no hay ideas ni formas que se reconozcan en una divagación del pasado, ¡en mí no las hay!, tampoco se crea que esta locura va de mano en mano, adiestrándose en mis supuestos "abrigos" de colección. 

Ya quisieran los humanos que yo sea como ellos, poco creativo, rutinario, dispuesto a sacrificar mi dinero en cada estupidez que se invente, alucinado en elegir una forma de contornearme al ritmo de alguna melodía poco creativa, adicto al consumo de alcohol después de una semana agobiante de trabajo (se entiende la lógica: "me saco la mugre para divertirme"), enamorado de los deportes absurdos, flatulento, detractor de los malos políticos, experto en la solución de los problemas sociales… 

No podría parecerme a los humanos, aun si me compararan con uno que acumule las cualidades de todos ellos; no me pareciera, aun si la inteligencia de estos se juntara en una sola cabeza. Pero parezco humano, es la verdad, y padezco las vicisitudes que implica vivir. Es adrede: me mimetizo por pura búsqueda de conocimiento, para entender a la humanidad. No me importa; al fin y al cabo esto cambiará en unas cuantas décadas más, el día que mi cuerpo se enfríe. 

(M.V.)//

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