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Mostrando entradas de noviembre, 2008

Quisiera tener alas

Quisiera poder tener alas, para elevarme alto, muy alto, hasta donde el lado de abajo no pueda perturbarme y las nubes me sostengan dormido. Y no abrir los ojos, mantenerlos cerrados por inercia, adormecido con este cuerpo que nada pretende ya entender, viendo cada rescoldo de paz extraviarse en misivas esporádicas, forzadas a encontrarte en cada parada... ¿A dónde van las palabras? ("...detrás de ti...", "...sueños etereos...", "...matando a la vida..."), ¿A dónde, la razón que poseo? Laten con fuerza aquellos latidos que van desde afuera, del lado oscuro, hasta mis oídos. Subiendo, o con el afán de detenerse para dar vuelcos y más vuelcos, la melodía me envuelve, disolviéndome en una encrucijada poco acogedora, brutal, que me abstrae de este mundo irreal (ya no estoy seguro de que todo lo que me rodea sea real) Quisiera tener alas, unas alas ennegrecidas, grandes, resistentes. Con ellas espantar a los pájaros, al viento, a la claridad del día (sí, cuand

SILENCIO - (ILUSION MARCHITA)

Hace calor en la gran ciudad sin embargo siento frio hoy. Mi cuerpo fisico está vivo pero mi espíritu no. Veo tanta gente alrededor sin embargo muy solo estoy. Angustia, ternura, insatisfacción, golpe, dolor en el corazón. Este silencio de lo escrito corazón echo añicos ebriedad y la demencia ¡qué tristeza estar solo!

El libro que se escribió en un cuaderno

I Estimado y muy benevolente Creador de este mundo, por ser hoy un día nada bueno y porque estoy con poco ánimo, recibe desde donde te encuentres mi cordial saludo y, además, con el riesgo de parecer “arrogante” o “sinvergüenza”, te pido absorbas toda la maldad que pueda verter en esta noche sobre tu cara, que sé muy bien se parece a la mía. Empiezo escribiéndote así, no de otro modo, porque hay miles de razones que me impulsan a ello. La primera, y con esto no quiero decir que te diré todas, es que tu grandeza también me causa disgustos. Cierto que me debo a una perfección única y a todo lo que esté relacionado con la magnanimidad, es solo que, no entiendo cómo a veces la ira me invade y hace que me apodere de motivos para disgustarme. Y así es como con razón o sin ella, siempre termino mal. Quizás eso se deba a que me dotaste de debilidades que enaltecen a tus hijos predilectos (en especial a mi); de no ser así, entonces la pasaría riéndome todo el día, lo cual tampoco sería bueno. P

“Negrito papi”: El asesor de Obama

Este a quien refiero es un "intelectual" muy reconocido. Es ensayista, narrador, clarividente en cuanto a los aspectos metereológicos se refiere y, además, un profesional especializado en ingeniería. Actualmente, a propósito, escribe en un diario local. Como todos los que se le parecen (sabemos ya que su piel es oscura), tiene una adicción incontrolada hacia ciertos excesos, que van desde borracheras, trabajos agobiantes, hasta dosis inhumanas y placenteras de, en promedio, cien patadas por hora. Pero su vida no es mala, no, al contrario: disfruta de la suerte que le ha tocado. Yo creo que a este planeta le hace mucho bien contar con la grandeza de este extraordinario y genial personaje, porque, de no ser así, las ciudades de todos los rincones estarían sumidas en la intolerancia. Y entonces, por ejemplo, si nos vamos a un caso práctico y resaltante, Estados Unidos no estaría gobernado por quien está. O, algo más notorio: no habría matrimonios homosexuales legales en ninguna

El rosal y las violetas

(Este es un caso prioritario, de necesidad; vean: Por el descampado de enfrente, unas musas primitivas que residen en un helicón improvisado sostenido en el aire por nadie e inmóvil, no reparten sueños ni afanan a poetas. La razón, dejando constancia de que mi apreciación pudiera parecer inventada, es aquello que le rodea. El escenario es sombrío: si nos fijamos bien, lo que está abajo, cerca del alambre, es un dibujo hecho con carbón, y los clavos, ¡ah!, y también el alambre, a propósito, no han sido usados más de una vez. Creo que aquí, apartando la modestia a un lado, lo que sobra son las rosas que están más allá. Las musas sí gustan: ellas tienen alas de quirópteros, los brazos llenos de pelos, las cabezas ensanchadas con orejas grandes y las bocas entreabiertas con dientes minúsculos y afilados. Las más grandes poseen hasta tres cabezas y cinco bocas; en cambio, las de menor tamaño, a veces no cuentan más que con algún órgano mal ubicado. El clímax del caso que referimos, termina

Cobijada

(De las partidas en los juegos de mesa los consejos fluyen en cantidades alarmantes; y del verbo, le insistió, que se repone con artificios y ostentaciones fonéticas, no esperemos que adopte un sentido común. Pero si los desmedrados que decapitan remilgos con predicciones póstumas sobre los herejes se abrieran al susto, al menos, los convictos desatinados no osarían nunca a reventarse los perdigones de fuerza sacramental sobre sus repatriados esqueletos. Lo que digo, concluyó, o lo que he tratado de decirte, radica en tus desvelos. Y entonces ¿apago ya las luces?)

Parecida

(Por encima del canto de los buitres que acechaban a las palomas incautas en los corredores y pórticos concurridos, su voz se imponía nebulosa y agria; su “cuello finísimo” [esto extraído de alguna revista de espectáculos y a modo de adulación], pezones grandes y esbeltez de parecer, quebrantaban la castidad de los siameses vitalicios que sostenían, por doquier, bálanos hinchados; y sus vibraciones, encaprichadas por deteriorar la sensatez, fluían versátiles.)

Mantenida

(A expensas de las esperas, desacatando el alumbramiento de alguna falsa partida que los espasmos de la cruel sumisión impedían, sus consecuentes relieves sagrados desfallecieron en intereses redundantes y su voz de protesta se fue relegando a un “vi la luz, merezco las atenciones”. Atrás, dejadas en los escenarios de felpa, quedaron sus manías y bonanzas de placer; atrás, incluso, los entretelones postreros del mancebo recuerdo de ese dios sin barba que decide por el destino de la gante, que la harían dimitir del escarnio de sus años encima, se obstruyeron en manifiestos rumores que por siempre, desde que no se reanimaba con los espectáculos de repartos de saludos y bendiciones, se adhirieron al espanto de las retribuciones obligadas. O pudo el consuelo, retratando para tal la dulce contradicción, servirse de las eventualidades de sus anhelos y encaminarla al desapego: ¡congéneres ingratos, sin ellos las sonrisas se venían limpias!)

Locuaz

(Volvieron los tiempos de cordura y paciencia. Sí, con el pasar de los años las marcas se borrarían. No tenía porqué apresurarse: con estoicismo sabría soportar. Qué le importaba las camisas, qué los malditos menesteres del falso ejemplo a llevar, qué la falta de conciencia, qué las calles llenas monárquicos, qué el sudor debido al trabajo en un día sacrificado, qué la brisa del mar estrellada en su cara un fin de semana cualquiera, qué sea lo que fuese; total, no merecía la vida que llevaba más que los otros.)

Frígida

(Alguna experiencia la marcó sin que por ello se sintiera obligada a desterrar sus ansias de continuar; aquella vez, si es que existió tal, sus entrepiernas se llenaron de lágrimas rojas y sus espacios, que merecieron un tiempo atrás la total reverencia de otros mortales lejos ya de su presencia, optaron por congelarse y por adoptar el rechazo al calor. Entonces no hubo consuelo que sirviera para su espanto, ni caricias, ni retenciones de bondad perpetua.)

Enamoradiza

(Caminó, se recostó, resbaló por las caricias de los empedrados y qué fácil se impregnaba en su piel los deseos. Era ella la que se desvestía de sus encantos, la que dormitaba jugando a las esperanzas; era ella, sutil experiencia de divina creación, la que acogía con los remiendos del cumplido suelo a los cánticos y serenatas de adoración. Pero sus vastas manos, a veces, escarbaban pesares. En tal caso debía seguir. Sin demora, más allá otros parajes renacían gustosos.)

Poema sin título

No me importa nada más, me bastas. Las palabras escritas a continuación, tan solo son despojos de mi ser que no encontraron otro lugar para impregnarse. En principio no sé qué decirte, de tanto pensar no se me ocurre nada. He buscado mil palabras, he pasado horas tratando de hacerlo, y ahora, que aún no sé qué hacer, preferiría no estar aquí; pero no deseo salir a ningún lado, no quiero que nadie me vea. Con la puerta cerrada, en este cuarto me siento tan bien... Me gustaría quedarme aquí para siempre, no ir a ninguna parte... Si me vieras, te reirías, pensarías que no es tan difícil... Te siento tan cerca y distante. Tu presencia me hace olvidar, me comunica con la paz; y cuando no estás, o no sé de ti, todo es tan espantoso, tan fuera de sentido. Ahora ni eso, ni tus palabras. En estos momentos, no se qué tanto me sirve saber que vivo. Si respiro, si estoy aquí, qué me importa. Quisiera entender la dirección de mis actos, envolverme en múltiples respuestas enrumbadas, llegar al extre

Hay un lugar que no sabemos

(S.E) Duerme en las entrañas de un escrito, la triste insinuación de un desconcierto nada motivador, exagerado. Vean. Empieza así: Hay un lugar que yo me sé / en este mundo, nada menos, / adonde nunca llegaremos. Los versos han sido atildados, por supuesto con la lógica de ensombrecer el escenario, superponiendo antes que nada un énfasis melodramático, propicio para un desenlace incierto ya rutinario en el estilo de aquél autor europeizado que lo escribió. Y los versos siguen de este modo: Donde, aun si nuestro pie / llegase a dar por un instante / será, en verdad, como no estarse. Aparte de la lógica ausente, nula, en estos últimos versos la irracionalidad va expandiéndose con sonoridad concisa, mutilada, dando a entrever el autor que sus expresiones son, a golpe de coacciones tremendamente disimuladas para hacer que su literatura parezca espontánea (la evidencia está marcada por la simplicidad de sus palabras), una secuencia natural de pensamientos inspirados. En tanto, de lo impr

12 Respuestas

En honor a esas doce veces… 1 Deseo acariciar tus manos en un instante eterno, lento, acorde al suplicio del tiempo, que sigue su marcha sin detenerse… Deseo no escarbar preguntas, tal si tu cuerpo lo previera, sin razón de ser, que lo es el todo. Nada enraíza mis ánimos, pero quiero detenerme, aquí, donde no hay mucha luz. Es de noche, sí. 2 Con algunas letras vertidas a través de tu tacto, en un sobre cerrado, envíame un pedazo de ti. Si lo hicieres, cualquiera que fuese el órgano de tu elección, deposítalo con cuidado, sin borrones. Un pedazo de ti. Que sea tus manos, o tu cabeza, o alguna parte visible: no tu corazón, no lo que pueda expresar tu cerebro. Un pedazo de ti. Ponlo sobre papel corriente, con letra espontánea, sin correcciones… Para tenerte cerca, nada más. 3 Si supiera que todo está bien, te desearía sin control, como debe ser. Pero sé más que eso: o quizás nada… 4 Dame un poco de ti: que sean migajas. Seré feliz con ello. O tal vez no esté hablando en serio, y te prefi