Ir al contenido principal

Hay un lugar que no sabemos

(S.E)

Duerme en las entrañas de un escrito, la triste insinuación de un desconcierto nada motivador, exagerado. Vean. Empieza así: Hay un lugar que yo me sé / en este mundo, nada menos, / adonde nunca llegaremos. Los versos han sido atildados, por supuesto con la lógica de ensombrecer el escenario, superponiendo antes que nada un énfasis melodramático, propicio para un desenlace incierto ya rutinario en el estilo de aquél autor europeizado que lo escribió. Y los versos siguen de este modo: Donde, aun si nuestro pie / llegase a dar por un instante / será, en verdad, como no estarse. Aparte de la lógica ausente, nula, en estos últimos versos la irracionalidad va expandiéndose con sonoridad concisa, mutilada, dando a entrever el autor que sus expresiones son, a golpe de coacciones tremendamente disimuladas para hacer que su literatura parezca espontánea (la evidencia está marcada por la simplicidad de sus palabras), una secuencia natural de pensamientos inspirados. En tanto, de lo imprevisto: Es ese un sitio que se ve / a cada rato en esta vida, / andando, andando de uno en fila. La ubicación geográfica como que forma parte del todo, cualquier rincón, o, mucho más cómodo, un lugar en la nada, que no existe. Es decir, aquí el autor nos embeleza con palabras sin ningún sentido, para explorar su falsa locura. Y entonces, señores, hemos llegado al clímax de este escrito. Lo que sigue: Más acá de mí mismo y de / mi par de yemas, lo he entrevisto / siempre lejos de los destinos, que son versos funestos, de muerte, nos transmite un deterioro casi fugaz, muy acompasados de un destierro inminente, que se deja notar en seguida: Ya podéis iros a pie / o a puro sentimiento en pelo, / que a él no arriban ni los sellos. El destino emerge, como se ve, sin escenarios previos, raudo, atiborrado de pasiones llevaderas que son, en la gracia de una mala invención, como ya dijimos, meras estimaciones. El horizonte color té / se muere por colonizarle / para su gran Cualquieraparte. ¡Y volver al punto de partida! ¡Inventar situaciones imprevistas! ¿Alguna puerta no, acaso? Desde luego, un poeta “Universal” no debe dejar escapar ningún detalle. (...) “Tal es el lugar que el se sabe”

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tradición: patrona de Tarapoto

    Patrona de la Santa Cruz de los Motilones en Tarapoto       Todos los pueblos guardan en cada uno de sus habitantes diversos matices de júbilo, devoción, algarabía y festividad; motivados por la llegada de una fecha muy significativa, por lo general de carácter religioso. En la ciudad de Tarapoto se celebra la patrona de la Santa Cruz de los Motilones, fiesta que se inicia el 07 de julio y concluye el 19 del mismo mes. Cuentan nuestros abuelos, que para la llegada de esta gran fiesta, los cabezones se preparaban con anticipación casi un año. Ya sea sembrando yuca, maíz, plátano y otros productos de panllevar, así también como la crianza de gallinas, pavos y chanchos. Cuando faltaban pocos meses para la celebración, los cabezones con sus respectivos ayudantes cosechaban los productos y seleccionaban las gallinas y chanchos para esperar la llegada de la gran patrona. La primera semana de julio, las mujeres se dedicaban a la preparación del masato de yuca y chicha de maíz.  El 07 de j

Libros: El gallo gallina

El gallo gallina La novela de Oswaldo Reynoso “El gallo gallina”, editada por una editorial peruana que ha tenido a bien transcribirla de un original publicado a mimeógrafo, según palabras del autor, hace más de cinco décadas, es una verdadera muestra de ingenio, por ser un compendio de sucesos narrados en distintos tiempos y estilos literarios. Una “gallo gallina” es un gallo de pelea que se asemeja a una gallina en apariencia; con esta peculiaridad, engaña a su rival, a quien después de haber confundido y al punto de alterarle las hormonas, logra vencerlo. El de esta historia, por la trama y su mismo nombre, “Civilísimo”, es un gallo de suma importancia. Tanto su dueño, apegado a su animal al punto de llorar por él y embriagarse al máximo, el adolescente que por desgracia lo hurta, el cocinero que parece haber pactado con el diablo para obtener la receta de una pachamanca sin igual, los inoportunos apristas, los maestros oradores y sobones, los mendigos, y finalmente, el minist

El abuelo Wilmaco

Hace unos días, en Trazos, mi amigo Reymer y yo celebramos con un six pack de latas la culminación de su novela  El abuelo Wilmaco . Se trata de una historia ilustrada que habla del amor, no solo del que sentía Wilmaco por Romina y su hijo Yaro, también del amor hacia la naturaleza. Conocí a Reymer hace unos años y desde entonces hemos sido muy amigos. No. Mentira. La verdad es que casi no lo veo, pero sí hemos coincidido en varios eventos literarios y, para ser francos, siempre he admirado su determinación y compromiso con la literatura. Cuando me dijo que ya había culminado su proyecto y me envío sus escritos para leerlos, además de sentirme muy feliz de su logro, no dudé un segundo en ser partícipe de su edición y publicación. Y, ergo, he aquí el resultado. El abuelo Wilmaco  resalta a los hombres del campo dedicados al trabajo por un futuro prometedor. Pero la vida es incierta, agradable y nefasta a la vez. Esa es la vida, y Wilmaco, con sus nueve décadas, lo sabe y entiende