Ir al contenido principal

Los orígenes de Yakuruna

Yakuruna (novela). Yaku, agua; runa, hombre. Las historias de este libro se enmarcan en un escenario selvático, donde los seres mitológicos amazónicos, los hombres del monte y la naturaleza misma, dan lugar a la existencia de un personaje sobrenatural.

Los orígenes de Yakuruna
Por Miuler Vásquez

Hace algunos años conocí a un hombre sumamente extraño, de edad indeterminada, eternamente longevo. Lo vi dibujar unos trazos en el suelo, sumido quien sabe en qué pensamientos.
Ese día, los pobladores de 3 comunidades nativas cercanas, se habían reunido para esperar al burgomaestre, quien les ofreció aparecerse a las 9 de la mañana. El alcalde, para su desgracia, llegó al mediodía, en el preciso momento en que la turba enardecida planeaba cuántos azotes merecía aquella tardanza.
Durante esas horas de ausencia, desde mi llegada a ese rincón de selva, yo, el ingeniero responsable de un proyecto pronto a ejecutarse, tuve que confundirme en un punto invisible de la maloca, precisamente cerca de este anciano. Conforme pasaba el tiempo, me hicieron notar su descontento; pero luego, dado que el personaje responsable y más importante con quien debían cerrar sus acuerdos era únicamente el alcalde, pronto me dejaron en paz.
No imaginé en un primer momento la trascendencia de sus palabras; más bien le hablaba de cualquier cosa, sin prestarle demasiada atención. A los pocos minutos, en cambio, su conversación me envolvió en un mundo fantástico, a tal punto que me sumergí en sus historias con verdadera devoción.
Lo primero que me contó, lo recuerdo bien, incluso imagino las comisuras de sus labios arrugados al pronunciar cada palabra, fue la aventura que vivió siendo joven, en la laguna Pajatén, esa a la que todos pueden ver en la lejanía, imponente, azul, pero que nadie puede dar con ella. De pronto él sí pudo, llegó a ella, a sus orillas, se vio a sí mismo en sus cristalinas aguas y de repente su reflejo cobró vida y le atrajo al fondo, debajo del agua, lodo, más agua, la misma que se fue introduciendo por sus narices, boca y oídos... Y ahí estuvo, camina que camina, pero no como los cristianos de la tierra, no, él caminaba con la cabeza apuntando hacia el fondo. Ese mundo estaba al revés, todito al revés...
Y aquel extraño hombre, me siguió contando una y otra historia, cada una más fantástica que la otra, hasta que un menudo hombrecito deshizo nuestro diálogo. Se trataba del alcalde, que todo nervioso suplicaba no le aplicasen el castigo.
Ya sin que me importe el destino de mi empleador, el alcalde, con mi nuevo amigo, salimos de ese lugar y anduvimos unos 800 metros, hasta dar con una modesta casa, construida con techo de palmas y una tarima de cañabrava instalada a unos 2 metros del suelo. Era su tambo, según sus palabras, y este no tenía ni paredes, ni puertas ni ventanas.
Lo que sí había y en abundancia, era bastante pescado ahumado, los más exquisitos de la zona. Al ver mi sorpresa, pues imaginé sus dificultades para adquirirlos, me dijo que conocía lugares estratégicos de pesca, en los dos ríos que bañaban esa tierra.
Me quedé intrigado, ¿cómo era posible?, pensé, imaginando su edad y el esfuerzo físico que se usa en la pesca. Sin embargo, decidí sepultar mi curiosidad, o por lo menos no era el momento de ser indiscreto.
Al cabo de una media hora, comimos abundante pescado, plátano sancochado, frijoles y una bebida que no llegué a distinguir, marrón, de sabor agradable y parecida al chocolate. Después supe que esta era preparada con las semillas de un árbol llamado manchinga.
Más tarde, saciados ya del hambre, me invitó a su chacra. Acepté gustoso, pero, luego de haber caminado casi dos horas, por lo obeso que he llegado a ser, lamenté haber aceptado su invitación. Estaba cansado, molesto por la poca resistencia de mi cuerpo, no obstante nuestro destino se vislumbró próximo.
Cuando le pregunté a qué se debía tanta fortaleza, me dijo, ¡ah!, es que he tomado innumerables purgas, de todo he probado. Y en ese instante nos dirigimos a un tambo aún más despejado que el anterior, y regresó con una botella llena de algún brebaje, del cual bebí solo un trago, porque parecía tener más de 50° de alcohol. Increíblemente, se me pasó todo el cansancio.
Al cabo de un rato más, emprendimos el retorno, yo con un racimo de plátano en mis espaldas, él con un tercio de leña en hombros. Qué martirio ese trajín, doblemente agotador.
Cerca del anochecer, al fin arribamos a su casa. Como pude me deshice de mi carga e intervine en ayudar a mi amigo con la suya. En eso estaba, cuando, al depositar el tercio de leña en el suelo, pude comprobar que por lo menos, el peso de este superaba los 60 kilogramos.
Anonadado, ese día me despedí como un zombi. En casa, tras haber renunciado contra mi voluntad al trabajo, por presión e irresponsable, varios días estuve pensando en lo que me había sucedido, hasta que finalmente me enrumbé en busca de respuestas.
Este anciano, a quien entrevisté una y otra vez, fue la inspiración para crear el personaje de mi novela Yakuruna. Un día me dijo que iría a vivir en su chacra, que ya no volvería verlo en ese poblado. Esa tarde me confesó que conocía cristianos de mucha edad, de más de 200 años. Fue muy extraña su conversación, poco entendible.
Desde ese día no lo he vuelto ver ni en ese pueblo ni en su chacra, pese a que he recorrido, metro a metro, la ubicación de sus dos tambos, los cuales tampoco existen ni parecen haber existido alguna vez. Pero esa es otra historia que más adelante contaré con detalle.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tradición: patrona de Tarapoto

    Patrona de la Santa Cruz de los Motilones en Tarapoto       Todos los pueblos guardan en cada uno de sus habitantes diversos matices de júbilo, devoción, algarabía y festividad; motivados por la llegada de una fecha muy significativa, por lo general de carácter religioso. En la ciudad de Tarapoto se celebra la patrona de la Santa Cruz de los Motilones, fiesta que se inicia el 07 de julio y concluye el 19 del mismo mes. Cuentan nuestros abuelos, que para la llegada de esta gran fiesta, los cabezones se preparaban con anticipación casi un año. Ya sea sembrando yuca, maíz, plátano y otros productos de panllevar, así también como la crianza de gallinas, pavos y chanchos. Cuando faltaban pocos meses para la celebración, los cabezones con sus respectivos ayudantes cosechaban los productos y seleccionaban las gallinas y chanchos para esperar la llegada de la gran patrona. La primera semana de julio, las mujeres se dedicaban a la preparación del masato de yuca y chicha de maíz.  El 07 de j

Jerga: Cutra

Es uno de tantos términos del lenguaje vulgar aún no aceptado por la Academia de la Lengua Española de nuestro país, pero usado por todos los peruanos, cuyo significado está contextualizado con el soborno y vueltos de sobrecostos en el submundo de la corrupción. Me arriesgo a opinar que el origen de este término está en la preposición contra, que semánticamente, denota oposición y contrariedad. A mediados del siglo pasado, en que se originó esta jerga, los  facinerosos que cometían  este tipo de delitos económicos, eran conscientes  de que estaban actuando en contra de la ley. "Hagamos la contra". Supongo que para "esconder" la fechoría y no sentirse acusados por esta palabra, simplistamente, derivaron el término de contra a cutra. Así la preposición contra dio origen al sustantivo cutra que sometido a la acción toma categoría de verbo: cutrear. Actualmente, sigue siendo conjugado en las tres personas gramaticales, en singular y en plural.    (  Lucio Córdova Mezo

Libros: El gallo gallina

El gallo gallina La novela de Oswaldo Reynoso “El gallo gallina”, editada por una editorial peruana que ha tenido a bien transcribirla de un original publicado a mimeógrafo, según palabras del autor, hace más de cinco décadas, es una verdadera muestra de ingenio, por ser un compendio de sucesos narrados en distintos tiempos y estilos literarios. Una “gallo gallina” es un gallo de pelea que se asemeja a una gallina en apariencia; con esta peculiaridad, engaña a su rival, a quien después de haber confundido y al punto de alterarle las hormonas, logra vencerlo. El de esta historia, por la trama y su mismo nombre, “Civilísimo”, es un gallo de suma importancia. Tanto su dueño, apegado a su animal al punto de llorar por él y embriagarse al máximo, el adolescente que por desgracia lo hurta, el cocinero que parece haber pactado con el diablo para obtener la receta de una pachamanca sin igual, los inoportunos apristas, los maestros oradores y sobones, los mendigos, y finalmente, el minist