Ir al contenido principal

Artículo de Santiago Rocangliolo

Santiago Rocangliolo, nuestro escritor y compatriota peruano, hace un año atrás, publicó este interesante artículo (www.elpais.com / Edición digital del 15 de diciembre del 2013), que nos hace reflexionar qué lecturas son las apropiadas para los niños.


Esta Navidad pienso regalar cuentos infantiles.
Pero sólo cuentos políticamente incorrectos.


Mi autor infantil favorito, Roald Dahl, es uno de los más irreverentes. Su cuento Matilda, con el que Danny DeVito hizo una película, es un alegato contra la familia y el colegio. El padre de Matilda es repulsivo. Odia la lectura y ama la televisión. Se dedica a las estafas de poca monta. Y cuando tiene que huir de la policía, no le importa abandonar a su hija. Pero mucho peor es la directora de la escuela, la temible señorita Trunchbull, que simplemente odia a los niños y dedica su institución a torturarlos.
Otro cuento de Dahl, Las brujas, aterrorizaría a cualquier chico, y a muchos de sus padres. Las brujas son calvas, tienen garras en vez de manos, y se organizan en un siniestro sindicato internacional para eliminar a los niños de la faz de la tierra. Y en el más popular de sus libros, Charlie y la fábrica de chocolate, Dahl pinta castigos horrendos e irreversibles para los niños que se portan mal.
Los autores de libros infantiles sabemos que hoy día no se puede escribir nada de esto. Los editores están en guardia contra cualquier sospecha de valores inadecuados. Los libros infantiles no son considerados objetos de placer o entretenimiento, sino modelos de conducta. Las familias descritas deben ser agradables, y las profesoras, atentas. Los niños no deben recibir castigos, sino aprender la lección mediante el diálogo. Y los malos tienen que perder miserablemente, aunque sin violencia.
El férreo control de contenidos editoriales infantiles no protege a los niños, sino a los padres
Todos esos principios son muy loables, pero pueden producir libros aburridos. Por el contrario, a lo largo de la historia, los cuentos infantiles han sido bastante irreverentes, incluso crueles. Pulgarcito, por ejemplo, debe ser la pesadilla de un educador. Sus padres lo abandonan en medio del bosque para no tener que alimentarlo, y él engaña al ogro para que decapite a su vez a sus propios hijos. Finalmente, Pulgarcito le roba sus tesoros al ogro. Y sólo gracias al botín, sus padres lo vuelven a recibir en casa, porque el niño ya sale rentable.
Con notable frecuencia, estos cuentos son censurados y reescritos. Hace un par de años compré un ejemplar en el que Pulgarcito no era abandonado, sino que se perdía en el bosque. Por su parte, el ogro no tenía familia y moría por accidente. Así, el botín de Pulgarcito ya no era producto de un robo, sino, digamos, de haberse encontrado un tesoro sin dueño tirado por ahí.
Pero los “malos ejemplos” están por todas partes: ¿Qué hacemos con la bruja antropófaga que muere quemada en Hansel y Gretel? Podríamos ponerla vegetariana, y matarla de una neumonía. ¿Y los valores sexistas de los cuentos de princesas? Quizá en vez de princesas deberíamos poner ejecutivas de transnacionales. ¿Y qué hay del prejuicio contra las familias modernas en Cenicienta? A lo mejor, en vez de madrastra, la mala debe ser “una amiga de la familia”. Así nos aseguraríamos de transmitir valores sanos… Y cuentos insoportables.
Pensemos qué pasaría en la gran literatura si tuviese que limitarse a las lecciones edificantes. A lo mejor debemos cambiar al pederasta de Lolita por una tía cariñosa. Y darle a Madame Bovary una vida sexual sana y satisfactoria. Y en vez del ejecutivo asesino en serie de American psycho, tendríamos que poner a un jardinero macrobiótico. ¿Absurdo? ¿Y por qué no es absurdo con los niños? ¿No confiamos en ellos?
No. No confiamos en nosotros mismos.
El férreo control de contenidos editoriales infantiles no protege a los niños, sino a los padres. Tenemos miedo de las preguntas incómodas. Nos asusta ser incapaces de explicar por qué esos padres abandonan a sus hijos o esas madrastras son malas (aunque durante siglos ha bastado la frase “porque es un cuento, hijo”). En suma, tenemos miedo de hablar con nuestros propios hijos. Pero precisamente para eso se hacen los libros: para pensar, imaginar y discutir.
Si eliminamos de los libros todo lo que nos parezca inapropiado, no salvaremos a nuestros hijos de las malas ideas. Al contrario, los volveremos incapaces de reconocerlas. Lo que sí lograremos es que los chicos abandonen la lectura y se entreguen a la PlayStation, donde pueden matar a un montón de gente sin que nadie se queje.//

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jerga: Cutra

Es uno de tantos términos del lenguaje vulgar aún no aceptado por la Academia de la Lengua Española de nuestro país, pero usado por todos los peruanos, cuyo significado está contextualizado con el soborno y vueltos de sobrecostos en el submundo de la corrupción. Me arriesgo a opinar que el origen de este término está en la preposición contra, que semánticamente, denota oposición y contrariedad. A mediados del siglo pasado, en que se originó esta jerga, los  facinerosos que cometían  este tipo de delitos económicos, eran conscientes  de que estaban actuando en contra de la ley. "Hagamos la contra". Supongo que para "esconder" la fechoría y no sentirse acusados por esta palabra, simplistamente, derivaron el término de contra a cutra. Así la preposición contra dio origen al sustantivo cutra que sometido a la acción toma categoría de verbo: cutrear. Actualmente, sigue siendo conjugado en las tres personas gramaticales, en singular y en plural.    (  Lucio Córdova Mezo

Tradición: patrona de Tarapoto

    Patrona de la Santa Cruz de los Motilones en Tarapoto       Todos los pueblos guardan en cada uno de sus habitantes diversos matices de júbilo, devoción, algarabía y festividad; motivados por la llegada de una fecha muy significativa, por lo general de carácter religioso. En la ciudad de Tarapoto se celebra la patrona de la Santa Cruz de los Motilones, fiesta que se inicia el 07 de julio y concluye el 19 del mismo mes. Cuentan nuestros abuelos, que para la llegada de esta gran fiesta, los cabezones se preparaban con anticipación casi un año. Ya sea sembrando yuca, maíz, plátano y otros productos de panllevar, así también como la crianza de gallinas, pavos y chanchos. Cuando faltaban pocos meses para la celebración, los cabezones con sus respectivos ayudantes cosechaban los productos y seleccionaban las gallinas y chanchos para esperar la llegada de la gran patrona. La primera semana de julio, las mujeres se dedicaban a la preparación del masato de yuca y chicha de maíz.  El 07 de j

El abuelo Wilmaco

Hace unos días, en Trazos, mi amigo Reymer y yo celebramos con un six pack de latas la culminación de su novela  El abuelo Wilmaco . Se trata de una historia ilustrada que habla del amor, no solo del que sentía Wilmaco por Romina y su hijo Yaro, también del amor hacia la naturaleza. Conocí a Reymer hace unos años y desde entonces hemos sido muy amigos. No. Mentira. La verdad es que casi no lo veo, pero sí hemos coincidido en varios eventos literarios y, para ser francos, siempre he admirado su determinación y compromiso con la literatura. Cuando me dijo que ya había culminado su proyecto y me envío sus escritos para leerlos, además de sentirme muy feliz de su logro, no dudé un segundo en ser partícipe de su edición y publicación. Y, ergo, he aquí el resultado. El abuelo Wilmaco  resalta a los hombres del campo dedicados al trabajo por un futuro prometedor. Pero la vida es incierta, agradable y nefasta a la vez. Esa es la vida, y Wilmaco, con sus nueve décadas, lo sabe y entiende