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Peruano ilustre: Eduardo González Viaña

 
 


Eduardo González Viaña (1941...)

Obras
Cuentos y relatos: "Batalla de Felipe en casa de palmas", "Los peces muertos", "Las sombras y las mujeres", "Varias mujeres y un fantasma", "La mujer de la frontera", "El tiempo del amor", "Los sueños de América", "El amor se va volando". 
Novelas: "Florcita y los invasores", "Sarita Colonia viene volando", "El lucero de Amaya", "Identificación de David", "El amor de Carmela", "Maestro Mateo", "Vallejo en los infiernos", "Quién no se llama Carlos", "El corrido de Dante". 
Ensayos: "El último vuelo de Supermán", "El veneno de la libertad", "La dichosa memoria", "Identidad cultural y memoria colectiva en la obra de Isaac Goldemberg", "El correo invisible", "Correo del milenio", "Correo de Salem", "Habla, San Pedro", "Don Tuno el señor de los cuerpos astrales".

Vida y personalidad literaria

Consagrado como uno de los mejores escritores peruanos vivos y de talla internacional. Nació en la región La Libertad, estudió Literatura y Leyes en la Universidad de Trujillo. Perteneció al grupo literario "Norte", que después sería "Trilce". Profesor universitario, periodista y siempre defensor de los derechos humanos.

Por "Batalla de Felipe en casa de palmas" (26 años), le fue otorgado el Premio Nacional de Fomento de la Cultura "Ricardo Palma". (1969)
Por "Identificación de David", obtuvo el Premio Nacional de novela "Universo".

Realizó estudios de lingüística y antropología en Europa (Paris).

Incansable viajero: haciendo periodismo llegó hasta Irán y fue testigo presencial de la caída de Shah.

Vuelto al Perú, realizó investigaciones de chamanismo. Se apoyó en las experiencias  del "Tuno", Eduardo Calderón. De estas experiencias surgen: "Habla San Pedro, llama a las brujas" (1979)

En la década del 90 se instala en USA como profesor universitario en Oregon y Berkeley y a la vez se consagra a "la defensa de los derechos de los inmigrantes latinoamericanos al trabajo, a la conservación de su lengua y su cultura de felicidad y vida". Surge así: "Sueños de América", libro que tuvo la valentía de presentar en el centro del puente internacional entre El Paso, Texas y Ciudad Juárez. De esta obra, su cuento "Siete noches en California", mereció el premio internacional "Juan Rulfo", de México (1999).

Premiada y traducida al inglés y al italiano, publica "El corrido de Dante" (2007). Llamada también la novela de la imaginación: "Un inmigrante mexicano ilegal se aventura por todo el territorio de USA en una furgoneta en busca de su hija desaparecida".

Sin perder su calidad novelesca, ni el aliento poético, "Vallejo en los infiernos", es una obra que sigue el proceso judicial que ocasionó la carcelería del poeta (1920). González Viaña, que también es abogado, desentrañó el expediente y demostró que todo había sido una aberración judicial y una trampa urdida por el juez y los enemigos del poeta para hundirlo en una prisión. La motivación política era coaccionar e intimidar a los jóvenes universitarios trujillanos, Vallejo entre ellos, a quienes las bestial explotación de los indios y campesinos habían llevado a protestas revolucionarias.

Si retornaba el poeta, solo le esperaba la cárcel. Ante la denuncia, la Corte Suprema inició una investigación: culminó con la plena reivindicación del poeta. 

Autor del "Correo de Salem", es invitado por nuestro país a participar en el gran "Plan lector". Da charlas de "Comprensión de lectura" en Escuelas y Colegios y escribe experiencias de niños y adolescentes en "Maestro Mateo", "Quién no se llama Carlos" y "El lucero de Amaya".

En el 2009 el Congreso Peruano le otorgó la Medalla de Honor en el grado de Gran Cruz.

Se recomienda seguirlo, sintonizándolo en el correo de Salem.


Relatos de E.G.V.

Toro

I. Nos lo quitaron con engaños. El escribano de panza, tirante, bigote de mosca y antiparras nos dijo que así  nos exigía don Feliciano el pago de la habitación perdida en la última cosecha.

Prefermos dejalo ir. Una noche quitamos las trancas. Era mejor así. Que se fuera. Que se llevara nuestro capricho de pobres.  Que trotara  por los caminos sin derrotero y sin Dios.

Cuando la gente del patrón vino por él, dijimos que se había escapado, que no sabíamos por dónde andaría. Mi mujer se puso a llorar fuerte y sin consuelo, como si hubiera perdido un hijo.

Para tranquilizarle y embaucar a los caporales, yo le decía que al patrón nada se le escapa y que otra vez veríamos en estos campos kas huellas de nuestro toro, su colita levantada, las vacas en celo, y una docena de terneros rodeándoloe.

Para nuestros adentros, el "Diablo" se iba corriendo, cortaba por las malezas orillaba los pantanos, saltaba arroyos y cercas, ascendía cerros inmensos y,  con un viento negro, bajaba después a los valles.

No tenía tiempo de acostarse en la yerba. No tenía tiempo  de dormir sobre   los pastos soleados y tranquilos. Se iba por caminos por nadie lo volvería a ver. Se iba a la región donde sólo vuelan pájaros libres, donde sólo viven bestias salvajes Se iba por los rumbos donde se esconden los fieros, donde hacen guardia los bandidos. donde se guarecen los hombres libres.

Pedíamos a la Vírgen que hiciera invisible al "Diablo". Que de negro toro lo trocara  en nube, relámpago o viento. Que lo juntara con los toros de la manada del Niño. Aquellos alegran las festividades, hacen bajar la lluvia, causan la preñez de los sembríos y se van por la montaña repartiendo milagros.

Nos hubiéramos contentado con que se metiera al corral de un pobre.

Rogábamos a la Vírgen que nadie atrapara al "Diablo", que lo dejaran ir.

II. Cuando llegamos a saber que el Teniente Gobernador lo había apresado nos sentimos hundidos. Porque a las aves, a los hombres valientes y a los animales libres no se los detiene. Porque ellos están en un lugar y en otro al mismo tiempo. Por eso nos pusimos rabiosos.

Hay razón. En estas tierras secas nunca se ha visto un animal como él. Lo trajimos de mi tierra. Es nuestro orgullo. Mi hijo  varón tiene su edad. "Diablo" es un solemne matrero. En la noche, enamora, roba, burla y encela. Por la manaña vuelve a la aventura con un trote inocentón.

     Es holgazán y fiero. Da gusto escuchar su bramido en las noches calmada de la costa,  noches sin nube, rayo o tormenta.  Su resoplido y sus cascos, su cara de maldito, el estruendo que arma y los lechuguinos que devora hacen que muchos cristianos se santiguen ante él.

Pero no se vaya a creer que es daniño Es un animal noble y de buena raza. Cualquiera lo puede comprobar. Basta co verle su lengua roja como una llamarada, sus cascos fuertes, su piel negrísima y brillante, sus cueros como del demonio y sus ojos que son siempre una amenaza.

Por eso nos da coraje que lo hayan capturado. Y ahora , estamos aquí en el campo, cubierto de sudor y de noche, arropados de yerba, temblorosos y anhelantes. Ahí está él y soscha que leo espíamos. Mira hacia todos los lados y le pide auxilio al infierno para vernos. Por eso no va a ser posible. No queremos  que nos vea porque los animales tristes pierden  su orgullo.

Hemos estado  aquí desde que se acabaron la tarde y el trabajo. Hasta que apareció esta luna llena, buena para cicatrizar toda clase de heridas.
Ya nos vamos a ir. Allí están los caporales y el toro junto a un arbusto. Y desde aquí, cerca del cerco, tras el alambre de púas, la rabia nos está entrando. No queremos imaginar cómo va a ser la vida del "Diablo"  Desde ahora, lamiendo apacible el pasto y olisqueando las estrellas del cielo. Con un cuchillo rojo le están arrancando su hombría. //


El pacto

―…Y pósate en el espino. Te ruego que abandones tu morada en cualquier parte del mundo en que te encuentres para venir a hablarme. Baja esta noche, ponte tu cara humana y tu poncho que vuela, y pósate en el espino.

Todos han olvidado a Florencio, a sus ralos bigotes y a su nariz respetable, y el sendero que conduce a su casa solo guarda sus huellas y las de su colorado jumento. Pero todos recuerdan que tiene una botija repleta de tesoros y que ha empeñado su ánima al demonio.

Un día la gente de Santa Rosa decidió tratar a Florencio como a un extraño; no escuchar su voz pegajosa ni detenerse a mirar su silueta chupada, amarillenta y negra como plátano reseco; no hablarle, no apretar jamás aquellas manos filudas, lentas, y malas.

Eso fue durante el año de la Peste. Y no es que Florencio fuera el causante. No quiero decir eso. Pero sí que se portó como un arrastrado.

Ese año, los becerros nacían azules y las vacas, al concebirlos, se inflaban hasta reventar. Ese año, las chacras se secaban y los pastos eran segados de noche por las almas. Durante las noches claras, la Muerte corría loca por el valle llevándose nuestras terneras, nuestros bueyes, nuestros toros.

Era una Muerte blanca y dejaba cuernos, dientes y calaveras blancas. Nadie podía saber por qué se llevaba nuestros animales flacos. Todos se preguntaban qué tenía la muerte contra nosotros.

Todos saben que Florencio no había sido dueño de nada, antes de ese año, y que había vagabundeado a veces por los campos y las chozas pidiendo comida. Todos saben eso.

―¡Ven, Lucifer! ¡Ven, Lucifer!

No era explicable cómo, al secarse las acequias y al convertirse nuestro valle en cementerio, los escasos pastos de Florencio se acrecentaran milagrosamente y su pareja de bestias se convirtiera en recua, con empeño admirable.

El dinero le sobró para adquirir las tierras colindantes: aún así, anduvo con mañas y regateos; y mientras nuestros animales, flacos como espíritus, seguían dejando sus huesos en los campos, su cerca, alta y oscura, impidió la entrada de la Muerte.

Cuando corrió la voz de que Florencio guardaba un secreto para detener la Peste, nos apresuramos a cruzar la cerca y a pasar bajo los tres portones que había colocado a la entrada de su terreno.

―¡Alto allí! ―nos gritó―. ¡Alto allí! ¿Qué quieren? ¿A qué vienen?... ¿Su ganado?... ¿La peste?... ¿Y yo qué tengo que ver con ganado ajeno? Cuídenlo mejor que yo sabré cómo cuido al mío… ¡Fuera, carajo!...

Nos fuimos. Angelino Gil juró que los animales de Florencio hablaban con voz de cristiano y que sus ojos despedían destellos.

Entonces todos comenzaron a imaginar el pacto. El Demonio, posado en el espino, habría dicho:

―¿Qué quieres Florencio? ¿Por qué turbas mi reposo?
―Te he llamado para pactar contigo. Quiero que me des todos estos campos y animales y que el calor y las aguas me sean propicios.
―No puedo acceder a tu demanda sino a condición de que me vendas tu alma para dentro de veinte años.
―Prometo al Gran Lucifer recompensarlo dentro de veinte años por todas las riquezas que me dé.
―No puedo acceder a tu demanda.

Florencio insistía.

―¿Por qué vuelves a atormentarme? Si me dejas en reposo te daré lo que quieras a condición de que me consagres una moneda los primeros lunes de cada mes y de que no me llames sino un día a la semana: el viernes.
―Recoge tu pacto. Ya lo he firmado.
―Espérame dentro de veinte años.

Y alzó el vuelo.

Eso es lo que todos recuerdan. De Florencio no se habla. Pero todos saben de memoria el diálogo que sostuvo con el Maldito. A muchos vecinos se les ha visto caminar el viernes con un cirio bendito por el cementerio: parece que ninguno ha obtenido resultados.

Nadie estrecha las manos de Florencio. Nadie le habla ni conoce su casa.

Pero un día de estos se cansarán de no verlo y vendrán a espiar, se deslizarán bajo las trancas y lo encontrarán ensangrentado y mirando la ventana. Dirán entonces que pasaron los veinte años.//


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Medalla de Honor en el grado de Gran Cruz, por su destacada literatura peruana, por su amplia y fructífera labor periodística en defensa de los derechos humanos y por su intensa actividad en favor de los derechos de los inmigrantes en el mundo.

En el puente entre Usa y México, en el Paso (Texas) y Ciudad Juárez: «Washington tiene que comprender que globalización significa a la vez libertad en el flujo de capitales y mercancías como libertad en el paso de la fuerza de trabajo. Además, los inmigrantes latinoamericanos en este país hacen trabajos que no son aceptados por la gente de aquí, abaratan el costo de los productos alimenticios, pagan impuestos sin recibir beneficio alguno por eso y son sumamente importantes en el espectacular crecimiento de la economía. Alan Greenspan lo ha reconocido.»  E.G.V.

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