«Testimonio de un secuestro», de Delsy Violeta Ramírez
«Testimonio
de un secuestro» (Trazos, 2023), reciente publicación de Delsy Violeta Ramírez
Rojas, no solo es una novela apasionante que narra al milímetro las peripecias
de un personaje importante de la Amazonía —un político sanmartinense, aprista,
el más relevante de la región—, a finales de los años ochenta del siglo pasado;
también es, como lo refiere el título, el testimonio, las confesiones y el
seguimiento detallado, de un suceso histórico, relevante y muy comentado en la
época en la que sucedió, y tristemente olvidado con el paso de los años.
Desde
la portada, realizada por el artista plástico Salomón Dahua, el libro tiene una
conexión especial, mística, de profunda reflexión, porque el arte, así lo cree
la autora, está íntimamente ligado a la literatura.
Los
escenarios centrales de este trágico suceso, acaecido a finales del primer
gobierno del presidente Alan García, se circunscribe a parajes inhóspitos de la
selva alta y a circunstancias ligadas al accionar del movimiento alzado en
armas Túpac Amaru, responsable del secuestro.
Algunos
personajes relevantes de esta novela de corte histórica, al menos para quienes
vivieron en esos años de terror e incertidumbre, están bien marcados en las
descripciones de la autora. Resaltan el hermano del secuestrad o, el sacerdote
de Tarapoto, un periodista venido de la capital y un guerrillero responsable de
la famosa toma de la residencia del embajador de Japón en el año 1997.
La
serie de acontecimientos desarrollados en la novela, se centra en detallar el
antes, el durante y el después del secuestro. De acuerdo a las versiones
vertidas de los personajes, narradas desde la perspectiva de una autora centrada
en mostrar lo más relevante de cada uno ellos, el libro se deja leer de manera
fluida y sin contratiempos.
Hay
un interés peculiar de la autora, desde luego positivo, en retratar los
paisajes, la idiosincrasia del poblador sanmartinense y el apego a las
tradiciones ancestrales. Se siente la selva, se respira selva, y por supuesto,
ese sentir es inherente al desenvolvimiento de la historia.
Otro aspecto esencial de la novela, quizás el más relevante en el plano literario, es el tratamiento del desenlace de la trama, que es un clímax intenso, desesperante, símil al sentir de alguien cautivo en un túnel sin salida a punto de derrumbarse por dentro. Desde luego, la confluencia de los sucesos que dan con el desenlace, no es un mero despliegue del azar. El contenido de las aristas en modo de capítulos numerados con números romanos, cumplen la función de pintar un escenario perfecto, lleno de colores acertados, precisos y realistas. No se le ha escapado ni un solo detalle a la autora, cada pincelada es una suerte de preámbulo, de luz, de conexión con lo narrado.
Ha referido la autora, en varias entrevistas y en algunas presentaciones en Tarapoto y Lima, que la historia descrita en este libro, es una de las muchas que sucedieron en el Perú profundo y nefasto de los años ochenta y noventa. Tiene razón. Basta con buscar en Google o en YouTube para escarbar en ese pasado tenebroso y sangriento, donde la vida no valía nada. Cuántas voces se habrán apagado en ese tiempo, no lo sabremos a ciencia cierta.
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