Utopía anacrónica. La desgracia de un bribón errante en Hispanoamérica

Escribe: Álvaro Ique. 

Lope de Aguirre fue un vasco osado, rudo y amargado que desconocía el éxito y la prosperidad, pero con el añadido del valor simbólico que «ostenta» el descarriado. También fue «Aguirre el loco», «Aguirre el traidor», el truhan endemoniado que se vanaglorió llamándose «la Ira de Dios», y que se dio el gusto de enarbolar una bandera negra adornada con dos espadas atravesadas chorreando sangre. Se le tildó de crápula y de otras cosas que asustan a los hombres discrepantes y de baja catadura. Es el vándalo sanguinario que asesinó a Pedro de Ursúa, el capitán que comandaba una expedición que exploraba el río Marañón. Se rebeló contra el rey Felipe II, al que envió sendas cartas llenas de enérgicas confrontaciones y desafíos que son contundentes proclamas de libertad.  Saqueó y destruyó por donde pasó. Terminó muerto en Barquisimeto (Venezuela), por el ejército real y sus secuaces que se amotinaron.

Es el antihéroe. El réprobo de la antiepopeya.

En él caben el desasosiego y el sentimiento perulero.

Es la reiteración del culto al rebelde multifacético y demoniaco.

Los textos de ficción acerca de este vasco matamoros, son polifonías que alteran el orden temporal de los hechos.

La imaginación novelesca construye referentes semiológicos que nos remiten a una verdad trágica y a otra mítica, que imantan por ser una contraposición que embiste contra el poder omnímodo del rey, y porque erosiona la dinámica de facto de la conquista. El torbellino épico aparece como un rechazo y la anécdota del traidor reemplaza al soldado leal, y al vasallo cristiano.

Lope de Aguirre es «el hombre muerto» sin regreso al pasado ni futuro sugerente, flotando en un cristalino meandro tan mentiroso como inexistente.

Lope de Aguirre es el redactor del mito de Lope de Aguirre, «el Príncipe de la Libertad», hablándonos en todos los tonos posibles ─iracundo, desilusionado, patético, fatal y profético─, de la desgracia de un bribón errante en Hispanoamérica, es decir, es el ser narrativo vinculado con la anécdota explícita, el referente histórico y la leyenda negra.  



Publicar un comentario

0 Comentarios