«Los Escogidos», de Fabiola del Mar
Escribe: Efer Soto.
La «Tierra Baldía» de T.S. Eliot o «Trilce» de César
Vallejo, fueron algunos de los grandes títulos publicados en 1922. Libros
fundamentales de la literatura universal que coincidieron en un año rodeado por
acontecimientos complicados que marcaron un antes y un después en la mirada y
sensibilidad de nuestros artistas.
De la misma forma en estos tiempos los escritores
están procesando cómo transcurre esta nueva guerra silenciosa en su propio
lenguaje. Esto ocurre en la poesía de Fabiola del Mar, que nos presenta «Los
Escogidos».
«Los Escogidos» es un libro de resistencia que nos
enfrenta al «minuendo» la vida que teníamos, menos el «sustraendo», la vida que
nos quitaron y quedan Los Escogidos, que son la «diferencia», la vida de los
que sobrevivan a esta purificación del mundo.
Un libro con un lenguaje directo y esa relación
primaria, instintiva y cercana con las Cosas del Cuerpo. Cuerpo que aquí
muestra toda su vulnerabilidad. El repliegue dado por esta guerra, aquella que
la encuartela, de alguna manera, la deshumaniza. La vida y la muerte son tan
intercambiables, que nuestros instintos más primarios se fijan en lo más
fundamental que tenemos como especie. No hay esperanza de vida, solo la paz
sepulcral.
Si en «Acuartelada» se presenta de forma animal, en «Brotes»,
aparece de manera vegetal. El árbol que es vida, que simboliza nuestro origen y
la savia que trasciende nuestra individualidad para ser un «nosotros», el árbol
que une la tierra con el cielo, aquí se muestra enfermo, débil.
Ese irse a lo primario, a lo animal, a lo vegetal, a lo instintivo, lo que acusa recibo es de una gran soledad, que desconfía de la ley y los gobernantes que la han abandonado a ese aislamiento. Dirá «solo hay una sed/ una voz/ y el toque de queda acechando encorvado» y en este transcurrir de poemas hay también atisbo de un «solidaridad vallejiana», una comunicación con el mundo exterior, realizada por un náufrago que se pregunta mientras abraza su tabla de salvación que flota en un océano de miedo antes de sentir nuevamente la ola de ese mar que le cae encima Esa amenaza exterior termina vulnerando sus defensas y el sujeto vuelve al desamparo.
En este sentido aparece el poema «Los escogidos», en el cual (parafraseando El Barco Ebrio, de Rimbaud), «las imágenes se clavan como postes de colores en la página» y nos indican la senda por donde seguir el camino, de esperanza y victoria, en esta guerra que nos cercaba, nos llenará de entusiasmo y creatividad en versos como estos: «Confinados en terrazas/ frente al pasto azul de las pantallas/ amarán con la bravura de los Escogidos/ al borde del orgasmo/ Rimbaud morderá sus cuellos/ para hacerlos inmortales». Siguiendo con la metáfora de la guerra, con este poema, se da pase para que llegue la caballería de la imaginación, con su intrépido paso por entre las huestes enemigas.
¿Los Escogidos tendrán la resistencia para
sobreponerse? La poesía responde.
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