Ir al contenido principal

El abuelo Wilmaco


Hace unos días, en Trazos, mi amigo Reymer y yo celebramos con un six pack de latas la culminación de su novela El abuelo Wilmaco. Se trata de una historia ilustrada que habla del amor, no solo del que sentía Wilmaco por Romina y su hijo Yaro, también del amor hacia la naturaleza.

Conocí a Reymer hace unos años y desde entonces hemos sido muy amigos. No. Mentira. La verdad es que casi no lo veo, pero sí hemos coincidido en varios eventos literarios y, para ser francos, siempre he admirado su determinación y compromiso con la literatura. Cuando me dijo que ya había culminado su proyecto y me envío sus escritos para leerlos, además de sentirme muy feliz de su logro, no dudé un segundo en ser partícipe de su edición y publicación. Y, ergo, he aquí el resultado.

El abuelo Wilmaco resalta a los hombres del campo dedicados al trabajo por un futuro prometedor. Pero la vida es incierta, agradable y nefasta a la vez. Esa es la vida, y Wilmaco, con sus nueve décadas, lo sabe y entiende a la perfección.

La novela nos hace pensar y repensar en cuán importante es el cuidado de la naturaleza. Desde el perro “Estor”, apócope de “Estoraque”, ese árbol de gran dureza de la Amazonía, que ya es un personaje sugestivo, hasta las actividades de sembrío de plantones junto a su esposa; la colocación de letreros en los árboles, y claro, la obstinación de Wilmaco, día tras día, por hacer del mundo uno más saludable, hacen de este libro un verdadero manual del cuidado del medio ambiente.

Hay escenas que resaltan. Estoy seguro que el lector las va a registrar en su mente tal y como yo las hice. Una, de las muchas que hay, es la que narra cómo Yaro rescata a un oso perezoso. Otra, el sueño del profesor que visita a Wilmaco tras su accidente en moto: los innumerables loros desvían la piedra que está a punto de aplastarle y los osos perezosos lo liberan a tiempo. Y cómo no ablandarse de corazón y reflexionar con la escena final.

El libro cuenta con una hermosa portada de mi amigo Beringh Oliveira y con trece dibujos interiores del artista plástico Fortunato Meza. Este último me dijo que se conmovió muchísimo ilustrando la última escena.

Me queda felicitarte por este tu primer libro, querido amigo Reymer. ¡A leerlo todos!
Sobre el autor

Reymer Paima del Águila (Tarapoto, 1976) Estudió la secundaria en la I.E. Juan Miguel Pérez Rengifo. Ha realizado sus estudios superiores en el Instituto Superior Pedagógico de Tarapoto en la especialidad de Física y Química; además, es Licenciado en Educación en la Especialidad de Ciencias Naturales de la Universidad Pedro Ruiz Gallo y Magíster en Administración de la Educación de la Universidad César Vallejo. Desde muy temprana edad siempre ha estado en contacto con la naturaleza. Sus padres, agricultores, sembraron con creces en él, el amor por el cuidado del medio ambiente; de ahí nació su inspiración para escribir esta fascinante obra literaria.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jerga: Cutra

Es uno de tantos términos del lenguaje vulgar aún no aceptado por la Academia de la Lengua Española de nuestro país, pero usado por todos los peruanos, cuyo significado está contextualizado con el soborno y vueltos de sobrecostos en el submundo de la corrupción. Me arriesgo a opinar que el origen de este término está en la preposición contra, que semánticamente, denota oposición y contrariedad. A mediados del siglo pasado, en que se originó esta jerga, los  facinerosos que cometían  este tipo de delitos económicos, eran conscientes  de que estaban actuando en contra de la ley. "Hagamos la contra". Supongo que para "esconder" la fechoría y no sentirse acusados por esta palabra, simplistamente, derivaron el término de contra a cutra. Así la preposición contra dio origen al sustantivo cutra que sometido a la acción toma categoría de verbo: cutrear. Actualmente, sigue siendo conjugado en las tres personas gramaticales, en singular y en plural.    (  Lucio Córdova Mezo

Tradición: patrona de Tarapoto

    Patrona de la Santa Cruz de los Motilones en Tarapoto       Todos los pueblos guardan en cada uno de sus habitantes diversos matices de júbilo, devoción, algarabía y festividad; motivados por la llegada de una fecha muy significativa, por lo general de carácter religioso. En la ciudad de Tarapoto se celebra la patrona de la Santa Cruz de los Motilones, fiesta que se inicia el 07 de julio y concluye el 19 del mismo mes. Cuentan nuestros abuelos, que para la llegada de esta gran fiesta, los cabezones se preparaban con anticipación casi un año. Ya sea sembrando yuca, maíz, plátano y otros productos de panllevar, así también como la crianza de gallinas, pavos y chanchos. Cuando faltaban pocos meses para la celebración, los cabezones con sus respectivos ayudantes cosechaban los productos y seleccionaban las gallinas y chanchos para esperar la llegada de la gran patrona. La primera semana de julio, las mujeres se dedicaban a la preparación del masato de yuca y chicha de maíz.  El 07 de j