Tradición: El trivillo

El trivillo


—Ahí estaba el TRIVILLO, en ese rincón—solía decir mi abuelita Petronila Villacorta Luján, mirando y apuntando con el dedo índice al costado de una de las cuatro esquinas del salón de la casa vieja, de pared de tapial.
En esos tiempos, no había el agua que llegaba por medio de tubos hasta la casa. Muy temprano, a eso de las cinco de la madrugada, teníamos que levantarnos para traer, en los huingos y tinajas, el liquido elemento de los pozos y chorros de SHANGO.
Durante el día, cuando sentíamos sed, nos acercábamos al TRIVILLO, para tomar el agua, ahí se mantenía bien fresco y con un sabor muy agradable que le propinaba el tinajón de arcilla. En esos tiempos, nuestros pocillos eran los pates, el pocillo de loza o de plástico, solo utilizábamos cuando venía los visitantes de Lima, ya sean familiares o amistades.
El TRIVILLO, era una especie de horquilla, que en forma ascendente terminaba en tres puntas, normalmente tenía un metro de altura, aquel horcón de tamaño minúsculo, servía para colocar sobre ella un tinajón de regular tamaño, lleno con agua. Los vecinos que llegaban a la casa, si deseaban tomar agua para saciar su sed, también hacían uso del pate, introduciéndolo en el tinajón, que reposaba sobre las tres extremidades del madero, que prendía en el piso de tierra.
—¿Entienden? —murmuraba la abuela Petita—. Ahora, ustedes muchachos, todo tienen en sus sentado… si quieren agua, no es necesario que vayan hasta los chorros y pozos; ahora el agua llega hasta la casa, basta con tan solo caminar dos o tres pasos, y abrir la pileta… eso les hace ser más ociosos; en mis tiempos, nuestra tarea era ir a acarrear agua, todos los días, tanto para el TRIVILLO, como para cocinar.  //

AUTOR: Henrry Panduro Centurión

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