Lo que se llevó el 2014 y lo que se viene



Por: Miuler Vásquez González

Lo que se llevó el 2014 y lo que se viene


En este 2014, muchas cosas me han obligado, para bien, a ser más objetivo. Parece mentira, pero ha cambiado mi percepción respecto a los demás.

He aprendido (cada segundo incluye un nuevo aprendizaje), por ejemplo, a no responder los agravios, ni a quejarme, ni a echarle la culpa a los demás de mis desaciertos. 

El día que le detectaron un tumor y otros tres males a mi madre, comprendí que tenerla viva valía más que todo deseo de revancha; y el día que la operaron durante 4 horas seguidas, poco tiempo después, asumí que la vida es efímera e inestable, demasiada valiosa para ocuparla en asuntos improductivos.

Anduve errabundo en el pasado, con sables de vehemencia; hoy, voy con mi pecho abierto, estoico, enfrascado en mis propias batallas. 

El 2014 ha sido un año fructífero. Mis proyectos, en su mayoría, se desarrollaron con éxito. El resultado me ha sido favorable, con creces, por eso agradezco la benevolencia del creador (creo en Dios, lo admito) y extiendo mi fraternidad a mis amigos que siempre estuvieron y están a mi lado.
Pude haberme enfrascado en discusiones patéticas y tontas; pude haber embarrado a mucha gente, por considerarla malsana, egoísta y desagradecida; pude, haber hilvanado escritos malintencionados, cargados de ironía y sarcasmo, y más…; pero me contuve, fui capaz de no mencionar una palabra siquiera. Hoy, me siento satisfecho de mis acciones, en la cima de la armonía.
Admito que fui avezado cuando, en afán de buscar escarmiento, llegué a extremos. No fue buena la acción de mi parte, me desdibujé haciendo una crítica a un escrito. No involucré a nadie más, ni hice alusión a un tercero, como alguien por ahí creyó. Actué solo, quién sabe por qué retorcido propósito, la verdad desconozco esa parte de mí; pero la respuesta se centró en desacreditarme con adjetivos cargados de odio visceral. Para entonces, como lo menciono en el inicio de este escrito, sucedió lo de mi madre.
En algún momento tuve un exabrupto, mis fuerzas se doblegaron, caí, entonces me encaminé en busca justicia. Mis acciones me llevaron a juntar evidencia, la misma que pensaba usarla en una denuncia policial. Por la intervención de personas a quienes quiero y valoro más que ayer, y por mi yo racional que regresó pronto, desistí. En adelante me dediqué a mis proyectos, hasta ahora. Con “Trazos Editores”, empresa amazónica de mi propiedad que dirijo hace 2 años, he tenido la dicha de publicar más de una docena de libros amazónicos. “Sueños de floripondio” de Mardell Tello Pérez, “Cuentos amazónicos” de tres autores: Armando Ayarza, Jorge Mesía y Werner Bartra, “Selva del alma mía”, de Lucio Córdova, son algunos de ellos.
Un proyecto aparte es la publicación de cuentos ilustrados sobre “Mitos y leyendas de la Amazonía”, hasta la fecha con 15 títulos, debidamente ilustrados. En esta iniciativa han participado los artistas plásticos más talentosos de la Amazonía, y por supuesto, los escritores más reconocidos del medio. De verdad, ver a un niño disfrutar de un cuento y abstraerse en las ilustraciones, me llena de un clímax inexplicable.
Con la contribución de un amigo mío, empresario, organizamos el concurso de cuento “Amazonía ancestral”, en su primera edición con la temática “Chullachaqui”, certamen que convocó cientos de trabajos, de los cuales se seleccionó 20 finalistas para un libro antológico. Para este 2015, las bases están vigentes para una segunda edición, en esta oportunidad con el tema “Runamula”. Me dio mucho placer conocer nuevas voces, jóvenes y experimentadas. Y me da gusto ser partícipe con mi granito de arena del rescate de la identidad amazónica.

Contar con las personas que necesitas en el momento oportuno, no tiene precio. 

Cuando fundamos, hace tiempo, una organización literaria que dirigí por más de 3 años, mis amigos de entonces siguen siéndolo hoy. Renuncié en el momento que debía, por cuestiones personales, y lo hice solo, me inmolé por el bien de la organización, porque no quise desarticularla. No insté a nadie a desplegarse, asumí que debía irme sin nada. Y eso hice. El que se hayan unido en mi retirada dos miembros de ese grupo, amigos míos desde hace más de 10 años, fue algo que no busqué. Lo hicieron por voluntad propia, por la consideración que hasta ahora nos tenemos. Al resto de integrantes de esa organización aún vigente, me queda decirles que guardo respeto, aprecio y admiración por lo que hacen.
De las muchas personas con quienes camino en la literatura, hay dos a las cuales les debo muchísimo. Estas fueron parte de un importante proyecto, realizado ya, del cual hablaré en breve. Con estos amigos anduvimos de un lado a otro, incluso con uno de ellos, en una reunión, decidimos el nombre de la organización a la que ahora pertenezco. El nombre en realidad se iba a usar en una revista. Mis amigos que refiero son: Ricardo Josadth y Oswaldo Gonzaga.
El gobierno no nos ha considerado como parte de los grupos que hacen cultura, pese a estar organizados en una asociación cultural denominada “Lupuna-artes amazónicas”, cuya labor no radica solo en hacer actividades culturales sino en difundir temas relacionados con los artistas y escritores, mediante un suplemento que cuenta con 3 páginas semanales en un diario de circulación local (léase el diario Voces los días lunes, miércoles y viernes); sin embargo, me consta, a ninguno de los más de 15 integrantes de este colectivo, nos preocupa esta exclusión, porque no buscamos publicidad sino sentirnos vivos haciendo lo que nos gusta. Si existe una red de unidad cultural, como se evidencia en las redes sociales, qué bueno, bien por los elegidos.
Con Ricardo y Oswaldo, dos de los muchos amigos con quienes organizamos varios proyectos literarios, surgió la publicación más lograda y ambiciosa de Trazos: la “Antología de la narrativa amazónica” (de la que hablaré luego). Mucho tengo que decir de ambos, pero seré enfático, por cuestiones de espacio, en referir a mi amigo Oswaldo. A él le debo mucho, por extenderme su amistad, escuchar mis ideas, sugerirme, darme consejos y, lo digo con privilegio, también por acompañarme de vez en cuando a tomar unos tragos. Antes, cuando el suplemento cultural no era la página inter-diaria de hoy sino las 4 de los jueves, recuerdo que empezamos un gran proyecto: “El personaje ilustre”. La vida, biografía, argumento de algunas obras principales, e incluso una parte de los escritos del autor elegido, se exponía, con marcada sagacidad, en una síntesis invaluable. Escritores peruanos, de latinoamérica y el mundo, se mostraron en esencia en las páginas de nuestro suplemento semanal. Muchos ignoran que estas publicaciones, cuya vigencia fue casi dos años, me costaba 600 soles mensuales, precio ínfimo para su tiraje, pero considerable para un bolsillo como el mío.
Oswaldo, con su criterio y amor por la literatura, me sostuvo en un terreno mágico, me ayudó a mirar los abismos como simples zanjas, y a saber esquivarlos. Quizás lo ignore hasta ahora en que escribo estas palabras, pero eso hizo, sobre todo el 2014. Para este año grandes proyectos nos espera, siempre que la providencia nos de salud, luz y vida.



“Esperé todo de todo el mundo, menos de alguien a quien consideré un gran amigo”. 

Estas palabras vertió un amigo de la universidad, el día que le di la espalda. Cada día lo recuerdo, fui muy ruin. Desde aquella vez, si bien hemos vuelto a ser amigos, nada es igual.
Refiero la frase del inicio, porque una persona a quien estimé hasta el cansancio y en la medida que pude le extendí mi mano, se tomó la molestia de aludirme como el más canalla, calculador y oportunista ser que había conocido. Me sorprendió. De él no lo esperaba. Pero no importa, si eso le hace feliz, que sus palabras se multipliquen por el infinito.
No voy a ocuparme de esta amistad rota, seguramente por mis acciones. Lo que sí haré, es referir el origen de su molestia y resentimiento: la “Antología de la narrativa amazónica”.
Para empezar, es un libro de 400 páginas, de 31 autores de toda la Amazonía. Debo decir que en ningún momento he considerado a los escritos seleccionados los más logrados de todos. No. Seguramente hay escritores muy talentosos que no están incluidos, no está en discusión ese tema. La antología se compuso en base a criterios de selección, tomando en cuenta aspectos geográficos, de temática y producción. No lo hice solo: Oswaldo Gonzaga, Ricardo Josadth, Jorge Nájar… fueron algunos de los que me ayudaron con la compilación.
No ha habido ninguna preferencia, caso contrario me hubiera preocupado por incluir a mis amigos de Lupuna: Lucio Córdova, Ricardo Flores, Nelson Irigoín (joven talentoso de las letras), Beringh Oliveira, etc. Se incluyó a los que debieron incluirse. En la presentación está bien claro con qué objetivos y qué criterios se hizo.
A finales de año, pudimos llegar a contactarnos con el gobierno regional, y se aprobó una segunda impresión. Una semana antes de que se imprima, alguien envío una nota y el libro al responsable, en este caso el director del Proyecto Cultural. Una pena que no haya valorado un trabajo histórico como este. Es lamentable que no le haya dado la gana publicarlo, argumentando que ya lo había hecho la municipalidad de Tarapoto. Sí, es cierto, el municipio invirtió 11 mil soles por 1000 ejemplares, los cuales se han distribuido en su totalidad en las I.E. de la provincia. Con la publicación del gobierno había la posibilidad de hacer lo mismo en otras entidades educativas, porque los autores, los 31 autores, incluyendo Jorge Nájar, Roger Rumrrill, Hildebrando García y todos, así lo habían estimado. Pese a ser un trabajo gratuito, de calidad, sin lucro ni para los compiladores ni autores, este representante del gobierno que acaba de ser cambiado, se dio el lujo de rechazarlo. De Ripley. Pero no importa, se abren nuevos caminos si uno se cierra. En este 2015 la antología se publicará en Yurimaguas y Pucallpa. Nadie es profeta en su tierra.

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