Libros: Sanguaza



Escribe: Carlos Augusto Rivas

Sanguaza: Una aproximación a nuestro tiempo

Juan Rodríguez Pérez (Sauce, 1952). “Sanguaza” se adscribe a la bibliografía de textos populares que nacen al calor de la vorágine de los días que vivimos, es por lo tanto su mejor referencia, su testimonio vivo y la palabra de un autor que se constituye en un auténtico hijo de su tiempo.
“Sanguaza” es la radiografía de la realidad que compartimos como parte de un sistema que le ha cubierto todo, con su telaraña de modernización que invierte valores, aliena, crea nuevos estereotipos ajenos a nuestra realidad; lo descompone a tal extremo de inutilizarlos, lo altera en toda la extensión de la palabra, y lo perturba al extremo que esa realidad se torna violenta como parte de una crisis que genera contradicciones y la lucha del bien contra el mal, del fuerte contra el débil, del rico contra el pobre y, finalmente, del deseo de vivir aún a pesar de todo, tales como se manifiestan las leyes universales que rigen la naturaleza de las cosas. Así ha sido concebido “Sanguaza”, con una aguda perspicacia de un escritor que tiene en la observación a su ventaja ilimitada de captar imágenes y escenas de la cotidianidad que otros no verían; sin embargo, Juan Rodríguez Pérez es un escritor que hace uso magistral de la palabra y de los elementos constitutivos del género breve: el cuento; en él, la narrativa breve toma la dimensión de la universalidad, aún a pesar de su indagación particular como estilo que en vez de la historia-hombre, se manifiesta como la historia-pueblo. En las historias de Rodríguez Pérez no caben las historias de héroes, porque se anteponen, las historias colectivas. Los personajes se mueven en un universo urbano marginal, la que ya no está sólo en la periferia de la ciudad, está en sus propias entrañas, por lo tanto no se puede hablar de un cinturón de miseria que bordea la ciudad, sino también de un corazón cancerado y contaminado del mundo capitalista que es sinónimo de crisis.
Sí, pero no todo es desánimo, Rodríguez Pérez nos permite darnos cuenta que también existe respuesta a los grandes problemas, los mismos que no lo da el autor, porque no tiene necesidad de hacerlo, lo brinda la propia cultura con su sabia grandeza que son sus valores impregnada en sus costumbres y tradiciones.
Existe un aire de deseo de vivir y de esperanza por la vida, que no termina en cada uno de los episodios, si no las historias parecieran no terminar aun después de su punto final, porque así también se manifiesta la vida, con sus vaivenes, sus marchas y contramarchas, sus bemoles efímeros o sus imperceptibles medidas económicas que arrasan vidas peor que todos los cataclismos juntos.
Por todo esto, hay muchas razones para sentarse a leer a Juan Rodríguez, aún a pesar si afuera de la casa, de pronto una pandilla pase como una tormenta de remolino, tratando de destruir todo lo que encuentre a su paso, o se escuche, en el televisor o la radio, acerca de la muerte de un joven en medio de una oleada de suicidios.

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