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La gallina juez

La gallina juez

Escribe: Raúl del Águila Rojas*

En el barrio de Cascayunga, en una esquina revestida de verde pasto, con cunetas empedradas a los costados y cercos de cañabravas que aseguraban las huertas de los pobladores riojanos, pastaba alborozada una robusta gallina teretaña. Doña Adilia, al pasar por allí, advertida de que nadie la espiaba, encaminó a la gallina con dirección a su casa, ubicada a media cuadra de aquel lugar. Luego la encerró en su huerta, junto con las demás aves de su propiedad.
Doña Aurora, vecina del barrio, mientras golpeaba con un mazo de palo una yuca sobre una piedra plana, en el interior de su corral, para alimentar a sus gallinas, confirmó la ausencia de una de ellas, justo la elegida para ser sacrificada en la próxima fiesta de San Juan. De inmediato se puso alerta y empezó a escudriñar por calles y huertas cercanas pidiendo permiso a los vecinos para pasar a sus corrales, a fin de localizar a su animal. Solo doña Adilia no le permitió el ingreso al suyo, arguyendo que ella era enemiga de guardar en su casa lo que no le pertenecía, postura que sembró la duda, haciendo que doña Aurora registrara la parte posterior de aquella propiedad, y así logró ver por entre las rendijas del cerco de cañabravas a su gallina teretaña.
  De inmediato, doña Aurora, con energía, seguridad y alta voz, fue a reclamar a doña Adilia exigiéndole la devolución de su animal, produciéndose entonces un fuerte altercado de palabras entre las dos mujeres sin que llegaran a ningún acuerdo, acto que obligó a doña Aurora a presentar una denuncia por robo comprobado, en la comisaría del pueblo.
Don Artidoro, policía de turno, recibió la queja y al momento hizo llamar a la acusada para esclarecer el caso. Pero el asunto se puso difícil en vista de que el guardia Artidoro era compadre espiritual de doña Adilia, por haber apadrinado en el bautizo de uno de los hijos de ésta, y más aún cuando la comadre manifestó que esa gallina estaba destinada para regalársela a él el día de su cumpleaños.
Doña Aurora, mujer de carácter enérgico e implacable, sorprendida del cinismo de su vecina, censuró el hecho, diciéndole:
—¡Regala lo que es tuyo, vieja sinvergüenza, huallpasúa!
El policía, aturdido, no sabía cómo solucionar el pleito. Mientras tanto aumentaba la gresca entre las dos señoras, hasta que se le ocurrió una genial idea, y con firmeza ordenó a su comadre conducir la gallina a una esquina que distaba media cuadra de las casas de ambas litigantes. El animal, sintiéndose libre, empezó a escarbar en una de las acequias sacando gusanitos de la tierra húmeda y, después de algunos minutos, ya satisfecha de tan exquisito manjar, levantó la cabeza y se orientó por donde quedaba su casa, mientras que el policía, las dos señoras y algunos curiosos, observaban a cierta distancia todos los movimientos de la gallina, la cual, en esos precisos momentos y con una seguridad impresionante, emprendió una veloz carrera y luego voló por sobre el cerco de la propiedad de doña Aurora y volvió a encontrarse con las demás gallinas de su propio corral.
Así quedó esclarecido el caso y archivado el expediente, sin lugar a reclamos ni apelaciones.//


*Rioja, 1954. Escritor y promotor cultural de las manifestaciones artísticas e históricas de Rioja. Es autor de varios libros que recogen la tradición y anécdotas de su pueblo. Ha publicado el libro de relatos “Rupacucha”, y en coautoría, los libros “Conoce el carnaval riojano”, “Historia y leyenda del Cristo de Bagazán”, “Invitación / Antologia de la literatrura riojana”. Además, es propiestario del museo Toé.

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