La bruja

La bruja

Escribe: Miuler Vásquez

Una tarde, una bruja arribó a mi cama. Vino vestida de blanco, elegante, hermosa..., y me cogió de la mano. “Levántese”, me dijo.
Dormía yo. Soñaba que mis ojos no eran ojos, sino estrellas. Ella se apareció tan oscura como ese sueño, lo recuerdo, por eso me detuve bruscamente, grité, moví la cabeza en son de negación y corrí a la cocina a buscar el hacha...
En verdad, ella nunca se dejó ver, por más que todo se esclareció al momento de abrir los ojos. Oscura. Negra. O el vacío, pensé. Pero nada me importó: el hacha destrozó todo, incluyendo mi cama, estantes, ventilador, sillas... Cuando acabé, vi mucha sangre.
Mi obra perfecta representaba el caos y la caída de una bruja. Era yo mismo fundido en una perfección sangrienta.
Las brujas han existido desde siempre, cada una diferenciada por alguna característica peculiar.
Sí, son oscuras, no por el color. En el día, por ejemplo, es imposible verlas; en la noche, en cambio, en la oscuridad más aterradora, se imponen con su negrura. Si hemos de identificarlas, ha de ser en las noches sin luna ni estrellas, ahí es posible distinguirlas.
En mi caso, debo aclarar, mis noches empiezan cada vez que cierro los ojos, de ahí que yo pueda verlas en el momento menos pensado.
A esta bruja que maté, la conocía de un tiempo atrás. Fuimos amantes.
Nos fundimos en un idilio de dioses, de veneración, lascivia e ideas afines. Pero un día la vi desdoblarse. Fue en una noche oscura.
Me acorraló con su aliento nauseabundo, su lengua la introdujo hasta mi garganta y empezó a succionar mis entrañas. Por poco lo logra.
No puedo negar que me dio mucho placer esa codicia suya, sin embargo, incluso ahora, duele.
Si tan solo pudiera ver una vez más a esa bruja que maté... la dejaría comerse todas mis vísceras, sí, aunque la volvería a matar, una y otra vez.
No sé qué destino me espera, quizás no vuelva a salir de este lugar, para qué, si aquí estoy cómodo.
Estoy donde debo estar, es lo justo.
La bruja se ha esfumado, no la he vuelto a ver, por ello deduzco que se hizo sangre. Sangre eres y sangre serás, algo así.
Dicen de las brujas, que nunca mueren, solo se transportan en el tiempo, reaparecen, se humanizan... ¡Puras mentiras! ¡Un hacha acaba con todo, incluso con lo que no imaginas!
Esa tarde la bruja, no sé cómo, hizo que confundiera a mi madre, que la viese tal cual era ella. Y yo, maté a mi madre, la maté con el hacha que se llevaron los policías. No quise hacerlo, nadie quiere matar a su madre, es lógico. Con ella debió morir la bruja, estoy seguro.
De esta cárcel no he de salir más, qué me importa. Preferible, porque loco no estoy.

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