Personaje ilustre: Julio Cortázar



Julio Cortázar  / Escribe: Oswaldo Gonzaga Salazar

Obras. Cuentos. “Bestiario”, “Final del juego”, “Las armas secretas”, “Historia de Cronopios y famas”, “Todos los fuegos el fuego”, “Octaedro”. Novelas. “Rayuela”, “Los premios”, “La vuelta al día en ochenta mundos”, “Fantasmas contra los vampiros multinacionales”, “62 Modelo para armar”, “Alguien que anda por ahí”, “Último round”, “El libro de Manuel”, y otros.


Reseña biográfica 

Una de las figuras más prominentes de la narrativa contemporánea. Irrumpió con el fenómeno literario llamado el boom latinoamericano junto a escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier –entre otros– que sorprendieron al mundo con el Realismo fantástico, llamado también el Realismo maravilloso.

De padres argentinos, nace en Bruselas (Bélgica) y vivió en Buenos Aires desde su niñez. Licenciado en Letras se desempeñó por un tiempo como profesor. Realizó estudios para traductor (inglés - francés). Las obras en prosa de Edgar Allan Poe están entre sus principales aportes en esta profesión que le posibilitaron posteriormente trabajar en la UNESCO (1951).

Se pronunció y activó contra el peronismo. Defendió la revolución cubana y colaboró con la Casa de las Américas en publicaciones y apoyo como jurado. En todo momento se opuso y luchó contra la violación de los derechos humanos y las libertades políticas y también manifestó ciertas desavenencias con el régimen cubano. En un importante concurso que ganó, transfirió el dinero ganado para fondos en ayuda de presos políticos.

En la publicación de su libro “Bestiario”, Jorge Luis Borges celebra la originalidad y maestría de su cuento “Casa Tomada” que le otorgó muy notable popularidad. Su novela “Rayuela” (1963) es considerada como un clásico de la literatura española.

Murió el año 1984 a los 70 años de edad, en París, atacado de cáncer (leucemia).



Análisis de su obra

Desde sus primeras historias marca su ingreso por la literatura fantástica, frente a una problemática, que sin sacrificar lo maravilloso, dibuja a personajes de la vida cotidiana en fuertes problemas de tipo existencial tremendamente humanos. Hace acudir a la literatura en auxilio del hombre intuitivo para que su conciencia encuentre un espacio para fantasear, jugar y otras formas que adopte la libertad, garantía de afirmación e independencia individual. Esta sociedad se impone con sus rutinas y patrones y en su desmedido accionar aliena al individuo. En su primera obra “Bestiario” la falsa objetividad crea un clima de horror.

Así en “Casa Tomada” por ejemplo, dos hermanos solitarios viven en una vieja casona de donde huyen empujados por el miedo a lo desconocido. La neurosis que los aqueja crea un clima fantasmal desesperante.

En “Circe”, a Delia Mañara ya se le han muerto dos prometidos. El tercero descubre en un bombón que la muchacha le ofrece una cucaracha hábilmente preparada. El horror y la violencia estallan en un desenlace patético.

En “Carta a una señorita en París”, el narrador va obsesionándose cada vez más entre el orden y el desorden hasta que se impone el caos a medida que cada vez van saliendo diminutos conejos vivos de su boca. Al final el hombre llega al suicidio, después de estrellar los animales en sus losetas.

Magistralmente Cortázar, valiéndose de recursos teóricos y formales cautiva en el manejo del plano poético-simbólico. Nos dice: “La realidad no es simple. Tanto la luna como las baldosas tienen otra faz, que siempre existe un reverso, que todo tiene su sombra, aunque solo podamos verla fugazmente”. Cortázar trata de mostrar la sombra de la realidad tan extraña que parece inventada.
También se ha dicho de su literatura que es como una “cachetada metafísica” porque sorprende al lector: sin que este se dé cuenta, lo coloca en situaciones tales, con tal sutileza que de repente se halla frente a grandes incógnitas que atraviesan los hombres de todos los tiempos –la idea del destino por ejemplo–, cuando el lector toma conciencia de ello, ya se ha dado el proceso, tomado por asalto y trasmutado. Se da el K.O. y eso fue el “último round”.

Toda su obra revela un incansable espíritu de renovación no solo en los temas sino también en las técnicas literarias.

No le huye a las grandes interrogantes. Se impuso la tarea de develar la realidad sumergiéndose por debajo de lo puramente sensible. Lo vemos en “Rayuela” donde echa abajo las formas usuales de los géneros literarios. Usa del absurdo, la ironía, el humor para criticar la ficción inauténtica y mentirosa. “En mis escritos –dijo– voy del humor al amor”, entendiéndose como la más intensa sed antropológica. Así juega su antinovela.

En el cuento “El perseguidor” (“Las armas secretas”) el saxo del músico Charlie Parquer es una de las armas secretas para alcanzar esas alturas adonde llega solo la impresión del verdadero artista. La historia se apoya en la vida del famoso Jazzman.

Los cronopios y famas son personajes mitad reales y mitad fantásticos que no se han resignado a dejarse estandarizar por las cuadrículas del orden social. Sus reacciones las junta en un grupo de los excepcionales con los que cotidianamente se encontraba el escritor en las calles de Buenos Aires o en el mundo porteño. Por eso se ha dicho que en ese campo, ha creado también una fecunda literatura.

En “Continuidad de los parques” los trasfondos de la realidad muchas veces trascienden la misma ficción como en esta historia que muy bien podría subtitularse: “La traición tiene nombre de mujer”.

Se necesitaría toda una página aparte para poder decir algo siquiera de “Rayuela”.

Finalmente anotamos que el Realismo Maravilloso se expresa de diferentes maneras en la originalidad de cada uno de sus integrantes. //




Narrativa de Cortázar

Rayuela / fragmento

Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.


El diario a diario

Un señor toma el tranvía después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el mismo brazo. Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de plaza.

Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que una anciana lo encuentra, lo lee y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Luego se lo lleva a su casa y en el camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelgas, que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes metamorfosis.


 León y cronopio

Un cronopio que anda por el desierto se encuentra con un león, y tiene lugar el diálogo siguiente:
León. ―Te como.
Cronopio (afligidísimo pero con dignidad).
 ―Y bueno.
León. ―Ah, eso no. Nada de mártires conmigo. Échate a llorar, o lucha, una de dos. Así no te puedo comer. Vamos, estoy esperando. ¿No dices nada?
El cronopio no dice nada, y el león está perplejo, hasta que le viene una idea.
León. ―Menos mal que tengo una espina en la mano izquierda que me fastidia mucho. Sácamela y te perdonaré.
El cronopio le saca la espina y el león se va, gruñendo de mala gana:―Gracias, Androcles.


Cóndor y cronopio

  Un cóndor cae como un rayo sobre un cronopio que pasa por Tinogasta, lo acorrala contra una pared de granito, y dice con gran petulancia, a saber:
Cóndor. ―Atrévete a afirmar que no soy hermoso.
Cronopio. ―Usted es el pájaro más hermoso que he visto nunca.
Cóndor. ―Más todavía.
Cronopio. ―Usted es más hermoso que el ave del paraíso.
Cóndor. ―Atrévete a decir que no vuelo alto.
Cronopio. ―Usted vuela a alturas vertiginosas, y es por completo supersónico y estratosférico.
Cóndor. ―Atrévete a decir que huelo mal.
Cronopio. ―Usted huele mejor que un litro entero de colonia jean ―Marie Farina.
Cóndor. ―Mierda de tipo. No deja ni un claro donde sacudirle un picotazo.


 Historia verídica

A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.

Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.


 Continuidad de los parques
(La traición tiene nombre de mujer)
(Condensado)

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes y volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca. Esa tarde volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellenado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos.

Su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes. Fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer recelosa, ahora llegaba el amante. Él rechazaba las caricias de una pasión secreta protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho y abajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. Se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir la senda del norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Entre la bruma malva del crepúsculo llegó a la casa. Los perros no debían ladrar y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora y no estaba. Subió los tres peldaños y entró: nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. Luego la puerta del salón, el puñal en la mano, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

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