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Columna de uno / Cine



La masturbación de Pedro

No haré ninguna mención biográfica del gran Pedro Almodóvar, de esas hay miles de miles en internet y para copiar y pegar textos aún no he nacido (no en este medio). Lo cierto es que siento un poco de morbo al ver las películas de este cineasta español, que se inició en el mundo artístico siendo escritor, teniendo relativo éxito que le permitió “ahorrar” y con la ayuda de algunos amigos financiar su primer filme: Pepi, Luci, Bom y otras del montón, además de otros filmes que tuvieron repercusión aledaña.

El talento de Pedro no sólo se basó en la bien hechura de su trabajo, sino que cada uno constituye una cachetada a una sociedad huérfana de sinceridad consigo misma, él muestra metafórica y literalmente con matices oscuros y sombras compactas historias cotidianas con personajes religiosamente irreales, lo demostró en “Mujeres en un ataque de nervios” y “Todo sobre mi madre”, las dos cintas que lo acercaron irremediablemente a la industria del cine comercial (pasando por otras obras quizá de mayor importancia artística)  y al codiciado Oscar de la Academia de Hollywood.

En todo sobre mi madre, el personaje que más llama la atención es Agrado, como dijo Pedro Almodóvar en una entrevista: “En cada cinta mía, hay mucho de mí, sólo que yo me escondo bien dentro de los personajes”.

Imagino que escucharon a rabiar “Yo quiero ser una chica Almodóvar”, es cierto, más de una afamada y bella actriz quisiera tener ese honor, porque él supo meterse bien en los personajes femeninos, creando mujeres de carne y hueso en la ficción; a mi punto de vista es el Gabo con respecto al cine, pues en “Volver” creó su Macondo femenino, con una gran elenco entre las cuales se encuentran: Carmen Maura, Penélope Cruz, Lola Dueñas, Blanca Portillo y Yohana Cobo y Chus Lampreave, todas ellas con una calidad interpretativa magistral, que convirtieron a “Volver” en una de las mejores entregas cinematográficas del protagonista de esta nota.

Almodóvar, transgrede desde su tradicional trinchera de narrar las cosas; cada obra suya es una especie de orgasmo, una masturbación con musa o adonis incluidos y de espectadores. Sabe controlar a su público en su mayoría cultamente vulgar, contradictorios, así como yo. Quienes vivimos y disfrutamos de su creación, nos acostumbramos a más, desde “Tacones lejanos”, con los boleros de Luz Casal o “La mala educación”, donde mezcla muy bien los temas de pedofilia y religión. Sea como fuera este valiente y humilde transgresor cineasta, ha descubierto un cúmulo de talentosos actores hasta elevarlos a calidad de estrellas, ha escrito guiones marginalmente adaptables a las mentes burguesas de los dueños de las academias, a los cuales siempre tuvo que echar en cara su poca capacidad para el riesgo artístico y validar una autentica obra de arte.

Les dejo con el popular monólogo de la Agrado, personaje clave para comprender la historia de “Todo sobre mi madre”, simplemente una magistral puesta en escena, inolvidable, como todo lo que él hace.

“―Me llaman la Agrado, porque toda mi vida sólo he pretendido hacerle la vida agradable a los demás. Además de agradable, soy muy auténtica. Miren qué cuerpo, todo hecho a medida: rasgado de ojos 80.000; nariz 200, tiradas a la basura porque un año después me la pusieron así de otro palizón... Ya sé que me da mucha personalidad, pero si llego a saberlo no me la toco. Tetas, 2, porque no soy ningún monstruo, 70 cada una pero estas las tengo ya superamortizás… bueno, lo que les estaba diciendo, que cuesta mucho ser auténtica, señora, y en estas cosas no hay que ser rácana, porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma."

Escribe: Victor Manuel Nieves Pinchi


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