Utopías y desvaríos (33)


 
 


No miento, porque la mentira no existe. 

Si algo no está bien en tus percepciones o no te convencen mis palabras, comprende que la verdad a veces se ausenta de mis aposentos y se distrae viendo el horizonte plateado de una tarde, o va en plan de cansancio a lugares nocturnos, o se aparta de mi ser, dejándome soñar…  

Si te abrumo con palabras, si recurro a hechos que componen una verdad paralela, para ti inexistente, es porque soy un soñador en busca de sosiego para su ser. Es que intento darle sentido a mi existencia, comprende.

Que no te perturben los malos sueños, tampoco aquellos recados inoportunos, no; más bien ordena tus ideas con optimismo, adecuando tus pasos a la lógica de mis explicaciones.

Mírate: cabellos livianos, arrugas en la frente, premonición… La lógica debiera censurar mi atrevimiento; empero, los derredores se han transmutado al silencio… 

Desciende, escucha. (Por supuesto que tus respuestas no asumen el desprecio mis enajenados ojos, no en este vil instante que casi puedo sentir las dimensiones de mis argumentos.)

La mentira se inventó para justificar el vacío que una vez dejó la cruda realidad; desde entonces, cual fantasma ensombrecido, se ha diseminado en las conciencias de los sádicos, envidiosos, oradores, políticos  y falsos beatos. ¡Pero ella no existe, nadie la ha visto!: solo es un rumor que anida en mentes maquiavélicas. 

De la verdad se dicen cosas buenas, aunque a veces suele ser mortal. Si ha de verterse concreta, en el tiempo requerido, podría salvar muchas vidas; en cambio, si se aproxima con rodeos, anexada a los ardides, la tragedia es inminente. El aire es elemental en estos casos, cómplice solidario.

Hace mucho que la verdad ha dejado de ser lo que fue en el inicio: un sonoro vaho intestinal, liberto, que transitaba de nariz en nariz. Ahora no pasa de ser el aliento armonioso y sensual de una consagrada felación.

Y en este caso que nos concierne, para cada reproche, reclamo, acusación con miras al "olvido perpetuo", resentimiento, indiferencia u otro sentir, definitivamente tu aliento es imprescindible. Lo es también tu boca, merecedora de un cúmulo de verdades blancas, propicias en la reposición de tu buen ánimo.

Ven entonces con esa mueca de desprecio que te caracteriza, hazlo seguido. Estaré a la expectativa. En tanto me hagas notar tu disconformidad, yo, por mi lado, me voy a encargar de que tengas dosis particulares de verdad. 

Sin importar que no esté muy seguido cerca de ti, sin que tomes en cuenta mis ausencias, aun con la vocinglería de supuestos avistamientos rasgándote los oídos, con el tiempo esta verdad te va a congelar toda duda. Vas a decir: mis ojos se han enfocado en tu ser, allí donde mana sabiduría, hoy y siempre.

Es todo: ahora ve a contar las estrellas hasta mi regreso. 

(M.V.)

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