Utopías y desvaríos
Utopías y desvaríos (27)
He venido desde lejos, de arriba, para que te sientas bien y puedas estar cerca de mí. Solo debes darme un poco de tiempo, algunos años de tu vida, nada más; yo sabré recompensarte por tu pequeño esfuerzo, con creces.
Lo primero que te pido, es que conserves estas alas que llevo a cuestas. Trátalas bien, sí, por nada intentes cortarlas. Si las maltratas, sabes que vas a incapacitarme para el vuelo, de por vida, ¡hasta podría morir! ¿Te imaginas? Morir en tu planeta apestoso, no, eso no.
Lo segundo, y lo más importante que de ti requiero, es que alabes mis excesos, en todos los sentidos. No he venido a esta tierra a mezclarme con el resto de humanos, ni a parecerme a ellos, por tanto, o me abres las puertas para volar a donde me plazca, el día y la hora que quiera, o te vas al carajo y de una vez me regreso a donde pertenezco, sin ti.
Algo más: he rastreado tu proceder impuro, conozco tus debilidades y sé de tu apego al deleite carnal, así que, si te doy un abrazo, o te digo las cosas que crees saber de mí, lo hago porque mis innumerables sentidos me han advertido de lo peligroso que pueden ser ustedes, miserables humanos.
Entonces, te lo advierto por última vez, no reniegues de tu suerte; más bien confórmate con que mi presencia reclame la minucia de tiempo que compone tu vida.
Ya lo sabes:
Que no se abra el firmamento ante tus ojos, ni me recuerdes lo que creas que es correcto. Estoy bien con mis ánimos y emociones, y me basta verlo todo desde mis ojos
Que a cada segundo, a cada hora, todos los días, todo el año, todos los años, toda tu vida…, es decir, toda tu corta existencia en comparación con la vida infinita que yo tengo, dedícate a mí, a servirme, a llenarme de placer y bienestar. Ya alguna vez, en otro tiempo de este mi tiempo infinito, tendrás lo tuyo.
Que mis pasos vayan inseguros, por abismos pedregosos, cantinas, burdeles, y por cualquier lugar de mala reputación que ponga en riesgo mis alas… A mi regreso, mis heridas han de ser curadas por tu falsa bondad.
Que tus espacios estén descubiertos a mis ojos, todo el tiempo, y siempre ven, corre, tras mi llamado.
Que siempre que finja alguna inseguridad, desínflate de orgullo, hazme ver los caminos que recorres, extiende tu mano hacia mí y ábreme hasta los esfínteres de tu cuerpo, para poder ver tu interior…
Ya lo sabes, no es mucho lo que pido; en cambio tú vas a tener mi presencia cerca, cada día, aquí en tu planeta hoy, y mañana en el empíreo, a donde llegarás de mi mano, por ser consecuente con tus actos.
Nada más, ahora ven a limpiarme estas alas, antes de que anochezca… ¡De rodillas!
(M.V.)
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