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Ocaso en Blues


"Blues", cuento corto del autor loretano Miguel Donayre
                     ---opinión---

Miguel Donayre Pinedo, escritor amazónico del "Ocaso de los delfines", me ha recordado, a través de uno de sus cuentos más logrados, el desastre de la Chachita, la motonave que sobrecargada y flotando a la deriva chocó con una barcaza atada a una ribera del río Marañón. 

En "Blues", apenas hace referencia a este hecho trágico. Solo tres líneas hacen del final uno de los más imperecederos e inolvidables. Relata el ocaso de una vida que perdió el rumbo y la consecuencia. Nada más real en un mundo frustrante como el de hoy, donde es posible encontrar a diario jóvenes desempleados como nuestro personaje, quien cuestiona con desesperanza: "Pero, nada. Carajo, tanto estudiar para nada", que suena como un grito de amargura en el relato.  

Donayre introduce un accidente real y doloroso en esta trama para otorgarle al final visos de autenticidad. El desenlace del cuento está asociado a esta desventura: La Chachita, luego del choque, irremediablemente fue arrastrada por la corriente. Unos 150 pasajeros, sobrevivientes que llegaron a nado a tierra firme o fueron rescatados por los tripulantes de otra embarcación relataron una cifra igual de desaparecidos, confirmada por las autoridades locales, convirtiendo ese episodio en una de las mayores tragedias ocurridas en un naufragio en los ríos navegables amazónicos.

Los despachos noticiosos de entonces refirieron que la embarcación se dirigía de Yurimaguas a Iquitos y trasladaba entre sus pasajeros a estudiantes de agronomía de la Universidad Nacional de la Amazonía, comerciantes, agricultores y residentes en Iquitos, cada uno de ellos seguro portador de sueños, fracasos, luchas y desganos… En nuestro cuento, el personaje se embarcó la funesta noche del crucero.

Es "Blues" un cuento corto de apenas dos páginas. En él encontramos esperanzas perdidas, desamor y olvido. El protagonista es un soñador solitario, peleador de causas perdidas, con profundos y graves dilemas existenciales, desempleado empedernido, con un ansia desesperada por ser el hombre de "La pato", sobrenombre que le dio a la mujer que inalterable lo amaba a pesar de ser un desastre en sí mismo. 

Con tranquilidad pensaba que le iba a pasar, que era una situación momentánea, de esas que suceden en los vaivenes de la existencia. Pero Mirella, su "pato", se cansó un día. Huyó de la monotonía de las conversaciones sordas en que se habían convertido sus pláticas. El amor ya no era el mismo: no había más el fuego, la pasión encendida, los locos ruegos al calor de los cuerpos. No más.

Voló lejos de la constante angustia, del presente sin mañana, de los Bloody Mary para cortar muy temprano los efectos de la noche de tragos. Si llamó, ella hizo poco esfuerzo por contestar. Dio vuelta a la página de una vida sin arraigo en la realidad, evasora del desasosiego casero y cotidiano, hondamente inestable y fútil. Inútil resultaba pretender cambiarlo. Como él decía: estaba jodido. Ya Mirella no estaría para poner el pecho por los dos, para animarlo en esa constante riña con la vida.

Dicen que murió junto a su inseparable perro Chusco en la fatídica travesía de la motonave. Y al remitirnos a la obra, nos llena de melancolía el final de su angustiada vida: "Al entrar a su cuarto, luego de saberse la noticia, solamente encontraron una biblioteca vacía, botellas consumidas y la fotografía de una muchacha dulce y alegre".

Escribe: Connie Philipps

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