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Versos: Lucio Córdova


INGRATOS RECUERDOS

I
En el atardecer de un invierno lejano
me duele en tu  mirada el desdeño,
cuando dichoso creía ser tu dueño
vi que la alegría de tenerte era en vano.
Comprobé de tu ser la indiferencia,
cuando tu sonrisa  me negaste, desdeñosa. 
  A pesar de ello, iluso, te ofrecí una rosa, 
pero, cruel, la rechazaste sin clemencia.
Marchitados  los pétalos cayeron,
muy triste, la flor murió de pena;  
al no soportar tan amarga escena,  
la alegría y la dicha llorando huyeron.
Puse un corazón de piedra en mi pecho,
así indolente con el amor inerte,
solitario en mis vigilias sin acecho,  
decidí no amar hasta la muerte.

                          II
Así con el corazón, al fin endurecido,
creí haber matado el sentimiento,
pensé que el dolor se había dormido
y la angustia quedado sin aliento.
Divina, tu belleza  insoportable,
despertó a la piedra de su letargo, 
el portento, el prodigio fue admirable, 
pero el trago otra vez se volvió amargo.
A tu pecho, a tus ojos  muy ajeno,
me encadenas con  infame asedio; 
el antídoto a tu beldad que  da veneno,
está en el tiempo; es el único remedio.
En secreto te amaré en mis quimeras,
dejando en la certeza tu desprecio;
te buscaré en mis utopías como un necio,
sin que sepas serás mía aunque no quieras. 

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