Peruano ilustre: José Santos Chocano

 
José Santos Chocano

Escribe: Oswaldo Gonzaga Salazar


Nació en Lima, el 14 de mayo del año 1875, y murió en  Santiago de Chile, el 13 de diciembre de 1934.

En este gran poeta modernista resulta muy difícil distinguir al hombre de la leyenda, al poeta del político, al hombre de acción del artista.

No bien arribaba a su juventud fue encerrado en el Real Felipe del Callao, y condenado a la pena capital por atacar con sus furibundos artículos en "La tunda" a la dictadura de Cáceres; pero el movimiento revolucionario de 1895 lo salvó y la junta de gobierno que se instaló con Piérola a la cabeza le nombró secretario presidencial y después ministro de Hacienda  (ahora Economía) y también director del diario oficial La república. Apenas frisaba 20 años.

Eterno viajero, se embriagó de paisajes selváticos. Se le confió altos cargos en conflictos internacionales en Centroamérica. De Colombia pasó a España donde trabó amistad con Rubén Darío y los más altos representantes del modernismo. Publicó "Alma América", considerada su mejor obra.

Alejándose un tanto de la vida diplomática se estableció poco tiempo en Nueva York. Pasó a Centroamérica y luego a México, en donde se puso al servicio de Madero, quien fuera asesinado y él expulsado del país.

Después lo vemos como secretario personal y asesor del caudillo militar revolucionario Pancho Villa en México, incluso participando en la toma de Chihuahua.

Extrañamente también después entró al servicio del dictador Estrada Cabrera, quien cayó y Chocano fue procesado como colaborador, traidor a la patria y condenado al fusilamiento. La protesta unánime de los grandes intelectuales europeos y americanos lograron salvarle. 

A la luz de todos estos sucesos retornó triunfante al Perú (1920) con los más altos honores y al recibir los laureles del triunfo dijo: "bienaventurados los pueblos que aman a sus poetas, porque de ellos es el reino de la inmortalidad".

Polémico siempre por las enconadas disputas con Edwin Elmore, se dio el terrible incidente de un fogonazo de revólver que acabó con la vida del joven intelectual. La justicia, ante el clamor general suplicando el perdón del poeta, lo absolvió después de agitadas controversias.

Pero el poeta cayó en desgracia; criticado e ignorado, parte en un destierro voluntario a Chile. Se encontraba investigando en la búsqueda de un tesoro, cuando fue cobardemente apuñalado en un tranvía, por el esquizofrénico Martín Bruce.//


Su poesía: estilo

En José Santos Chocano el verso adquiere la madurez que Ricardo Palma y Gonzáles Prada han alcanzado en su prosa, el primero en su narración y el segundo en su fuerte crítica social y prédica revolucionaria. 

Se le puede reprochar a Chocano su visión poco profunda de la tierra y el hombre americano, pero no su condición de pionero y descubridor para la poesía, de los hombres y las cosas del Nuevo mundo. Cantó la exuberancia de la geografía de los trópicos, cataratas, llanuras, ríos y bosques. Rompiendo el estrecho provincialismo, es el "Cantor de América autóctono y salvaje". El americanismo paisajista lleno de color de un continente nuevo, con plasticidad de imágenes, con resonancias y ritmos sinfónicos.

En la síntesis de su ser, Chocano, "mitad inca mitad virey", está el vigor de España y las telúricas nostalgias del incario. Su poesía exalta al inca, como también a los conquistadores legendarios y a nuestros héroes republicanos con un fervor épico de trompetería eufórica y musical, como él decía: "con majestad inca y orgullo español". Ningún poema lo expresa mejor que en "Blasón":

Soy el cantor de América autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con vaivén pausado de hamaca tropical...

Cuando me siento inca, le rindo vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.

Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.

La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador. 
 
Su talento precoz ya se manifestaba cuando a los 15 años dirigía "El Perú ilustrado", retomando lo dejado por Clorinda Matto de Turner.

Experimentó todas las formas métricas y estróficas, con vibrante sonoridad, con imágenes cromáticas y metáforas grandilocuentes que suscitaban la ardiente admiración de todos, a tal punto que hizo crecer más aún en él el germen de la idolatría y narcisimo enfermizo que le llevó al extremo de querer manifestarse más allá del modernismo, que incluso en su obra cumbre "Alma América", con prólogo de Rubén Darío, Chocano sentenció:  "en mi arte caben todas las escuelas, como en un rayo de sol, todos los colores".

En el campo político, desdeñando a la democracia y a las masas, solía decir: "Solo hay dos formas de gobierno: el de la fuerza y el de la farsa… Cuanto sea parte de ello me parece candorosa ironía". Esto sucedió casi 100 años atrás.

Su vida novelesca, aventurera, tempestuosa, turbulenta, sentía gran necesidad de la paz que nos prodiga el pueblo, la aldea, y así lo manifiesta en su poema "Nostalgia", cosa de la que este espíritu turbulento nunca después logró disfrutar:

Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.

Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.

Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa
prefiero terruño;
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...

Estoy en la orilla
de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje es mustio...

¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos!... Todos rodearán mi asiento
para que les diga mis penas y mis triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré en esta frase de infortunio:
—¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

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