Reflexiones: Tragedia anunciada


Un riachuelo, que es una vertiente de poquísima agua, suele a veces, con razón y justicia, convertirse en un torrente exagerado de aguas sucias, palos, y cuanta maleza, hierba, o lo que a su paso se le cruce. Entonces el agua de las riveras, que en tales circunstancias se sobresatura de forma impensable, se desborda en alocado avance y se lleva consigo a las viviendas, sembríos, animales… En fin, el desenlace emerge con una desgracia triunfante, que empieza a diseminarse, sobre todo, en los villorrios más pobres. Y ahí no acaba. Debería, sí; pero el riachuelo es afluente de otro río, y este otro, igual irá a dar en uno más grande, y así, hasta el mar; en tanto, seguro que por ahí seguirán contándose las tragedias. (M.V.)

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