Ir al contenido principal

Utopías y desvaríos (1)


Un día cualquiera, me levanté con el ánimo de ser lo que no soy: el hombre bueno que saluda a todo el mundo. Y salí a la calle sin mirar a nada ni a nadie, ni siquiera a mis tan evidentes y poco refinados zapatos, que son como yo en estos casos: de color negro.

Mis ojos también se han extraviado desde entonces, arruinados por el sopor de la independencia que ahora desarma mi timidez y me hace sucumbir en un abismo de incontrolable deseo. Yo no me detengo a pensar ante estos hechos; al contrario, me extiendo sobre mis actos malsanos con sobrada resignación, como corresponde a mi naturaleza. Pero la bondad duerme en mis entrañas, más de lo que el mundo imagina, mucho más que los pensamientos adormecidos que se gestan en mi alucinada mente, a mil por segundo.

Aquel día, me detuve frente a una iglesia, dispuesto a derribarla con una mirada demoledora, sin éxito. De repente, de la nada, tuve un deseo irresistible de gritar los nombres de algunas personas, a toda voz. Era una intención inquisidora, letal, que me hizo verter, bajito, solo algunas sílabas.

Lo que vino después, es decir, si desvarié o me desvanecí en profundo sueño, es un verdadero misterio. He tragado el polvo, mi respiración se detuvo algunos milenios, y ya sin vida, qué ganas tuve de no despertar, qué oscuridad tan nítida me obligó a mantener el desequilibrio de mi cuerpo, y, qué gigante era mi deseo de volverme a matar, para experimentar un dolor diferente, re-letal; sin embargo, ¡qué risa!, por poco mi cuerpo se desploma al pavimento, antes de que un vehículo pesado, al tratar de esquivarme, colisionara contra un muro. 

Por fortuna, abrí los ojos a tiempo, en el preciso momento que se suscitaba el choque. Con maldad, alegría y actitudes impuras que me dan vida a veces, vi, sumido en un placer enorme, las escenas caóticas más bellas que he podido ver en mi vida. Mi despertar, así lo concebí, era pura poesía, por eso empecé a reírme a carcajadas, por lo feliz que me sentía. Jamás imaginé que mi felicidad iba a ser enconosa, menos que iban a golpearme por eso.

(M.V.)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tradición: patrona de Tarapoto

    Patrona de la Santa Cruz de los Motilones en Tarapoto       Todos los pueblos guardan en cada uno de sus habitantes diversos matices de júbilo, devoción, algarabía y festividad; motivados por la llegada de una fecha muy significativa, por lo general de carácter religioso. En la ciudad de Tarapoto se celebra la patrona de la Santa Cruz de los Motilones, fiesta que se inicia el 07 de julio y concluye el 19 del mismo mes. Cuentan nuestros abuelos, que para la llegada de esta gran fiesta, los cabezones se preparaban con anticipación casi un año. Ya sea sembrando yuca, maíz, plátano y otros productos de panllevar, así también como la crianza de gallinas, pavos y chanchos. Cuando faltaban pocos meses para la celebración, los cabezones con sus respectivos ayudantes cosechaban los productos y seleccionaban las gallinas y chanchos para esperar la llegada de la gran patrona. La primera semana de julio, las mujeres se dedicaban a la preparación del masato de yuca y chicha de maíz.  El 07 de j

Libros: El gallo gallina

El gallo gallina La novela de Oswaldo Reynoso “El gallo gallina”, editada por una editorial peruana que ha tenido a bien transcribirla de un original publicado a mimeógrafo, según palabras del autor, hace más de cinco décadas, es una verdadera muestra de ingenio, por ser un compendio de sucesos narrados en distintos tiempos y estilos literarios. Una “gallo gallina” es un gallo de pelea que se asemeja a una gallina en apariencia; con esta peculiaridad, engaña a su rival, a quien después de haber confundido y al punto de alterarle las hormonas, logra vencerlo. El de esta historia, por la trama y su mismo nombre, “Civilísimo”, es un gallo de suma importancia. Tanto su dueño, apegado a su animal al punto de llorar por él y embriagarse al máximo, el adolescente que por desgracia lo hurta, el cocinero que parece haber pactado con el diablo para obtener la receta de una pachamanca sin igual, los inoportunos apristas, los maestros oradores y sobones, los mendigos, y finalmente, el minist

El abuelo Wilmaco

Hace unos días, en Trazos, mi amigo Reymer y yo celebramos con un six pack de latas la culminación de su novela  El abuelo Wilmaco . Se trata de una historia ilustrada que habla del amor, no solo del que sentía Wilmaco por Romina y su hijo Yaro, también del amor hacia la naturaleza. Conocí a Reymer hace unos años y desde entonces hemos sido muy amigos. No. Mentira. La verdad es que casi no lo veo, pero sí hemos coincidido en varios eventos literarios y, para ser francos, siempre he admirado su determinación y compromiso con la literatura. Cuando me dijo que ya había culminado su proyecto y me envío sus escritos para leerlos, además de sentirme muy feliz de su logro, no dudé un segundo en ser partícipe de su edición y publicación. Y, ergo, he aquí el resultado. El abuelo Wilmaco  resalta a los hombres del campo dedicados al trabajo por un futuro prometedor. Pero la vida es incierta, agradable y nefasta a la vez. Esa es la vida, y Wilmaco, con sus nueve décadas, lo sabe y entiende