12 años del Suplemento Cultural Lupuna

Por Miuler Vásquez.

Cada semana, los días jueves, sale a la luz el suplemento cultural Lupuna. En el diario Voces, de San Martín, ve la luz desde el año 2012, es decir desde hace más de diez años. Al principio salía en cuatro páginas, dos de ellas a colores y dos en escala de grises. No sé cómo diablos hacía para escribir tantos artículos, todos ellos en letra Tahoma 8 o 7.5, divididos en una miscelánea variada. Claro, no necesariamente (pero casi siempre sí), escribía yo todo el contenido; a veces recibía colaboraciones de escritores o de mi buen amigo Oswaldo Gonzaga, que en todo momento estaba presto a hacerme llegar su colaboración sobre el “personaje ilustre de la semana”. De aquella fecha lejana, hasta hoy, ha pasado mucha agua bajo el puente.

A veces, pese a que la inspiración quería cerrarse en un nudo sin palabras, nunca me atreví a tomar información del Internet para salvar esos vacíos; no lo hice, ni lo haría, porque la literatura debe y tiene que ser, una forma de expresión genuina, artística, nacida del corazón. Y así empezó la historia del suplemento. En aquellos tiempos lejanos, de juventud extraviada, de años en los que creía ser el dueño del mundo pero que a la vez andaba a tientas con mi bastón de problemas emocionales, también me ocupaba de otros dos trabajos más, uno del Estado y otro privado. No sé cómo hacía. Trabajaba por las mañanas y las tardes. En los espacios intermedios, escribía y escribía y no me cansaba. En la noche, leía horas y horas y aún me quedaba tiempo para embriagarme; si esto ocurría, lo hacía solo o acompañado de mis ideas, de preferencia durante las madrugadas, en los confines de mi habitáculo secreto, inubicable para el mundo de afuera. De esos escritos publicados en cada semana, de los cientos que redacté, años más tarde escogí unos cuantos para publicarlos en el libro “Utopías y desvaríos”.

Varios años anduve con ese trajín tortuoso pero saludable para mi alicaído ser, de ocupar mi mente al máximo, de no dejarme arrastrar por las corrientes de depresión y pesimismo que campeaban alrededor de mi preciada tranquilidad. Con el pasar del tiempo, el suplemento cambió. Empezó a salir, en solo una página, los lunes, miércoles y viernes. A pesar de ser más holgada su salida, igual me demandaba mucho tiempo, porque para entonces había empezado a editar libros con Trazos, la editorial más importante de la Amazonía que tengo el honor de dirigir. Con Trazos, hasta la fecha, he publicado más de doscientos libros amazónicos. Arturo D. Hernández, Humberto del Águila, Róger Rumrrill, Werner Bartra, Welmer Cárdenas, Jorge Rojas y otros más de la Amazonía, clásicos y contemporáneos, forman parte del catálogo de la editorial. Además de libros publicados, con Trazos, Lupuna y otras organizaciones culturales, se han organizado concursos de cuentos, ferias y encuentros literarios. Hay mucho más que decir al respecto; pero el suplemento cultural del que vengo hablando desde el inicio es el tema prioritario de este artículo, reseña, relato, crónica, o lo que sea. Decía, que duró poco esa temporada de salida interdiaria del suplemento, hasta que, a la fecha, ahora sale solo en una página, siempre los días jueves. En este tiempo de prolongada vigencia de esta página cultural, sin duda ha ocurrido un sinnúmero de cosas, buenas y malas, más buenas, en lo que respecta a su salida ininterrumpida.

A veces dejé de hacer cosas importantes para no detener su salida, o en otras ocasiones perdí oportunidades laborales. Una vez, apurado en terminarlo, perdí el vuelo a Iquitos, y no precisamente por llegar tarde al aeropuerto. Ocurrió que, como mis ideas volaban en mi cerebro, hice una compra al revés.

Recién cuando llegué a la ventanilla de la aerolínea, la señorita me dijo: “señor, este pasaje es de Iquitos a Tarapoto”. ¡Había comprado el pasaje con la ruta inversa! Como era de esperarse, perdí el vuelo. Y así, por el estilo. Adicional al diario Voces, desde hace veinte ediciones, esta página cultural con vigencia de más de diez años, con el mismo contenido, pero en otro formato, también sale en el diario regional Ímpetu, de Pucallpa. Es decir, valga el énfasis, cada semana se me abre un mundo de aventuras, sueños, fantasías o quimeras, en el que me adentro a pasos agigantados para bracear con las palabras. Me convierto, me transformo, muto, en ese ser inseguro, temeroso, cansado, emotivo o sarcástico, que abre sus fauces para expeler historias que a veces suelen estar basadas en la realidad, o no necesariamente, e intento ser convincente, o por lo menos trato. Cada semana, obligado y a la vez ansioso de una salida nueva del suplemento, capturo en párrafos como este, desde el teclado de mi laptop, las palabras contenidas en el aire infestado de emociones que me rodean.




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