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Personaje ilustre: Miguel Ángel Asturias



Miguel Ángel Asturias y el realismo - mágico en latinoamérica 
Escribe: Oswaldo Gonzaga Salazar

Obras. “El señor presidente”, “Leyendas de Guatemala”, “Hombres de maíz”, “Mulata de tal”, “Viento fuerte”, “El Papa verde”, “Los ojos de los enterrados”, “Week-end en Guatemala”.

Poesía. “Sonetos”, “Clarivigilia primaveral”.

Dramas (teatro). “Soluna”, “Dique seco”, “La audiencia y los confines”.

Semblanza biográfica

(1899-1974) Galardonado como el Premio Nobel de literatura 1967, la obra de Miguel Ángel Asturias se caracteriza por introducir en nuestra literatura el realismo-mágico, en donde su visión enfoca la historia de América como una crónica de lo real maravilloso, que conjugada con la magia de su estilo logra integrar lo real con lo fantástico, sin dejar de lado la denuncia y la protesta social.
Estudió leyes y vivió la época turbulenta de la dictadura del tirano Estrada Cabrera. Se graduó en Derecho con la tesis: “El problema social del indio”.

En medio de refriegas y choques estudiantiles contra el régimen, sus familiares lo sacaron a Francia, donde estudió en la Sorbona (París) las tradiciones de la cultura Maya-quiché. Y es así que en 1927 traduce el libro sagrado de los Mayas: “El Popul Vuh”.

Después de la caída de Ubico, otro dictador, en 1944, por primera vez se celebraron elecciones libres en Guatemala. Asturias colaboró con el doctor Arévalo y ejerció por un tiempo el cargo de Ministro Consejero en Buenos Aires, donde tuvo la oportunidad de publicar algunas de sus obras. Todos los temas de su creación literaria son una constante y permanente denuncia de las injusticias sociales. Su trilogía bananera reivindica la cultura indígena y denuncia la invasión norteamericana y el imperialismo económico de las compañías internacionales.


Obra literaria

“Los mendigos políticos” como cuento, inicialmente fue el génesis de lo que después vendría a convertirse en la gran novela “El señor presidente”.

El señor  presidente
El tema de esta obra, una de las más grandes novelas contemporáneas, traducida a casi todos los idiomas cultos, trata sobre la opresión de una dictadura en Suramérica. Desde Palacio, el mandato extiende su maléfico poder envenenando todo el ambiente y aunque no esté presente ―solo parece en dos oportunidades― se siente patéticamente el peso de su presencia que atosiga y asfixia todo a su paso. Uno de sus acólitos, el Coronel Parrales Sonriente resulta asesinado. Cantidad de testigos obligados, que no saben nada, temerosos de los esbirros del poder judicial, se ven obligados a declarar y culpar al general Eusebio Canales y al licenciado Abel Carvajas, cuando en realidad fue un mendigo idiotizado que lo hizo por casualidad. Una mujer con un niño en brazos trata de ayudar a los involucrados, pero es descubierta y apresada. No se le permite ni siquiera amamantar a su hijo, quien muere y ella es vendida a un burdel donde se vuelve loca.

Cara de ángel” (era bello y malo como Satán), hombre sin escrúpulos, persona de confianza del dictador, sin embargo se enamora de Camila, la hija del general Canales con quien se casa y prepara la fuga para salvarla de una muerte segura.

La venganza del presidente es terrible, refinada y falsa, pues hace creer a “Cara de ángel” que su mujer es ahora su amante y creyéndose esa mentira, muere de aflicción en ese tétrico calabozo.
El asunto principal de la novela es la impotencia frente al mundo despiadado y aniquilador del Presidente. Ante la tiranía sangrienta solo queda la muerte.

En realidad el retrato del Presidente coincide con el dictador Estrada Cabrera, con gafas oscuras, de carácter sanguinario y desalmado que trata a todos con despotismo.

Lo que se muestra en el fondo de la obra es la vida política y social de los pueblos degradados por la corrupción e impunidad. La crueldad desmedida se convierte en sistema político. Miguel Ángel Asturias dice: “Los más importante de mi libro es el estudio de la degradación de los valores morales de todas las capas de la sociedad, de arriba y de abajo”.

Es doloroso lo que dice el crítico estadounidense Donald Show: “Si el presidente utiliza el amor para destrozar a Nina, Camila y Cara de ángel, ¿cómo no reconocer que el mensaje (conclusión) del libro es el triunfo inevitable del mal?”

En eso concluye el arquetipo latinoamericano del dictador siniestro.


Hombres de maíz”. El hombre fue hecho de maíz según la creencia maya; es decir, el maíz como parte de su ser y alimento sagrado. El cacique Gaspar Hijom representa esta creencia y con su gente defiende esta posición abiertamente encontrada con la que considera al maíz como un producto comercial cualquiera que sirve únicamente para enriquecer a unos y empobrecer la tierra. Se da el conflicto, chocan las dos concepciones, se produce una lucha a muerte; el cacique es envenenado y toda su familia asesinada. Tomás Machojón está ahora “perdido” por los hechiceros, por ser el directo culpable. La realidad y la leyenda se entremezclan en sucesivos episodios, como en un laberinto mágico. El enfrentamiento ya parece ahora ser el de dos culturas en medio de la sagrado y lo profano. Todo en “Hombres de maíz” cobra una dimensión mágica.

Mulata de tal” es una variación del mito de la luna y el sol. La mujer es el principio lunar. La base de la historia es una leyenda popular en Guatemala: El hombre que se hace rico vendiendo su mujer al diablo.

El alhajadito”, uno de sus cuentos de “Mulata de tal”, escrita en un lenguaje popular, con el ingenio y la fantasía de la gente sencilla para hilar frases y jugar con las ideas.

Los ojos de los enterrados”. Todo está preparado para la gran huelga bananera cuyo éxito permitirá a los muertos, según una leyenda indígena, cerrar los ojos que tienen abiertos en sus tumbas: solo podrán cerrarlos el día de la justicia para los miembros de esa raza desposeída, a la que ahora se agregan los mestizos y los blancos. Los vivos serán felices y los muertos cerrarán sus ojos, terminando así una espera de siglos. Esta leyenda popular de los mayas, sirve de base a Miguel Ángel Asturias para elaborar una novela de tesis.

Se apoya históricamente en la gran huelga general que llevó a la destitución del gran dictador de Guatemala y asestó un duro golpe al monopolio bananero. Tablo San, un agitador revolucionario es el personaje central, también corrido por Octavio Sansur, y Juan Mondragón.


Leyenda de la máscara de cristal
(Fragmento)

Apartó los ojos de un bosquecillo de árboles que ya sin fuerza para izarse, tan alto habían nacido en las montañas azules, se retorcían y bajaban reptando por laderas arenosas, pedregales y nidos de aguiluchos solitarios. Apartó los ojos de estos árboles casi culebras, al reclamo de los que sembrados en estribaciones más bajas, subían a ofrecerle sus copas de verdores fragantes y sus hondas carnes amorosas. La tentación de la madera lo sacaba de su refugio poblado de ídolos pétreos, gigantes minerales, piedras y más piedras, al mundo vegetal cálido y perfumado de las florestas que recorría de noche como sonámbulo por caminos de estrellas que llovían de los ramajes, y de día, traspuesto, enajenado, ansioso, delirante, suelto a dejar la piedra, faltando a su promesa de no tocar árbol, arcilla o materia blanda durante su destierro, y lanzarse a la multiplicación de sus criaturas en palos llama-rosa, palos carne-amarilla, humo-fuego, maderas que lejos de oponer resistencia como la piedra, dura y artera, se entregaban a su magia, blandas, ayudadoras, gozosas. Una conciencia remota las hacía preferir aquel destino de esculturas de palo blanco, rival del marfil más fino, de ébanos desafiadores del azabache, de caobas sólo comparables con el granate vinoso.

Dormir, imposible. Todo su mundo de dioses, guerreros, sacerdotes esculpidos en piedras duras, casi de joyería, le hacía sentir su cueva como sepultura de momia. Que la madera no pasa de ser escultura para hoy y nada para mañana... Se mordía los labios. Por otra parte, su obra no era de pura complacencia. Enterraba un mensaje. Escondía un caudal de cometas sin luz. Daba nacimiento a la gemanística. Se llevó a la boca su caña de fumar, adornada con montos que jugaban con el humo que tendía un veló entre él y su pensamiento. Aunque todo quedaría sepultado si se desplomaba la caverna. Mejor la madera, esculpir dioses-árboles, dioses-ceibas, esculturas con raíces, no sus granitos y mármoles sin raigambre, esculturas de brazos gigantes, ramas que se vestirían de flores tan enigmáticas como los jeroglíficos.

No supo de sus ojos. Estallaron. Ciego. Ciego. Estallaron luces al golpear con la punta de su pedernal, mientras buscaba piedras duras, en una vera de cristal de roca. Sus manos, sus brazos, su pecho bañados en rocío cortante. Se llevó los dedos a la cara, sembrada de piquetazos de agujas, para buscarse los ojos. No estaba ciego. Fue el deslumbramiento, el chispado, la explosión de la roca luminosa. Olvidó sus piedras oscuras y la tentación de las maderas fragantes. Tenía al alcance sus manos, pobres astros apagados, más allá del mar de jade y la noche de obsidiana, la luz de un mediodía de diamantes, muerta y viva, fría y quemante, desnuda y enigmática, fija y en movimiento.

Esculpiría en cristal de roca, pero cómo trasladar aquella masa luminosa hasta su caverna. Imposible. Más hacedero que él se trasladara a vivir allí. ¿Solo o con su familia, sus piedras esculpidas, sus ídolos, sus gigantes? Reflexionó, la cabeza de un lado a otro. No, no. No pensarlo. Desconocía todo parentesco con seres de tiniebla.

Improvisó allí mismo, junto al peñasco de cristales, una cabaña, trajo al dios que se consume solo y pronto, acarreó agua en un tinajas y en una piedra de mollejón fue dando filo de navajuela a sus pedernales.

Nueva vida. La luz. El aire. La cabaña abierta al sol y de noche a la cristalería de los astros.
Días y días de faena. Sin parar. Casi sin dormir. No podía más. Las manos lastimadas, la cara herida, heridas que antes de cicatrizar eran cortadas por nuevas heridas, lacerado y casi ciego por las astillas y el polvo finísimo del cuarzo, reclamaba agua, agua, agua para beber y agua para bañar el pedazo de luz cristalizada y purísima que iba tomando la forma de una cara.//

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