Crítica literaria


 
 

 
NO ES NADA PERSONAL / (Miuler y sus dobles)

Un espacio en el que convergen diferentes registros de lengua, formas y tonalidades unidos por un anhelo no puede ser otra cosa que un laboratorio de experimentaciones literarias. Y, en su tierra de origen, Miuler Vásquez González (1982) ha construido uno y le ha otorgado un nombre propio: "No es nada personal" (Centro Cultural Rezistencia, 2012). Llama la atención ese nombre al parecer difuso y vago para algo tan singular. Para muchos los laboratorios son lugares dotados de los medios necesarios para realizar investigaciones, experimentos, prácticas y cualquier otro tipo de manipulaciones. Para ellos, esos espacios deben estar equipados con instrumentos y equipos que aseguren la no alteración del experimento. Así, piensan, si los resultados obtenidos son los esperados, estos podrán ser reproducidos posteriormente. Y a mí me parece que a Miuler Vásquez no le interesa precisamente la reproducción en serie.

A Miuler le ha bastado la palabra y la imaginación para concebir el suyo. Y el gran desafío, lo grave y lo sublime a la vez, es el haber extendido su propia alma sobre la tabla de operaciones de esas experimentaciones. La disección de ese núcleo de energía consciente ―antojada y caprichosa, como es la de cualquier creador― ha dado como resultado un objeto curioso: convergencia de prosa y verso, fusión de hiperrealismo con la sobriedad de una prosa creativa, combinación de risa y llanto, mezcla de hallazgos lingüísticos y de lugares comunes. Es decir, una singularidad difícilmente reproducible.

Su laboratorio se compone de tres secciones. En la primera nos encontramos con una voz que se desdobla de manera bastante nítida: Mínimus y Máximus. El desdoblamiento permite poner en acción a unos extraños "Hombrecitos de nieve" y comentar con la voz interna el comportamiento y la características de dichos personajes. En la segunda sección el desdoblamiento es menos evidente pero los resultados profundamente más risibles: un epistolario entre un enamorado y su lejano e invisible amante difuso en alguna parte del planeta. En la tercera sección nos encontramos con la voz y la forma de un "poeta". 

El cañamazo que los une es el sentido del humor. Todo está dicho para hacernos reír. Además, gracias a esos desdoblamientos, Miuler Vásquez ha evitado caer en las trampas de los regionalismos y trascender las marcas del autoarrinconamiento: el texto, la ficción, el poema, reducidos a significar un marcador de identidad tan estrecho y autocentrado que termine excluyendo cualquier coexistencia con los otros, con los que no somos de su parcela de entendimiento y relación con el mundo. 

El laboratorio, felizmente, desencaja con los regionalismos tan en boga. Recordemos que el hombre, al profundizar acerca de cómo es en su fuero más íntimo, ha requerido el uso de laboratorios cada vez más especializados. En tales laboratorios se requerían condiciones especiales para evitar la entrada de aire sucio proveniente del resto del mundo. En el caso de laboratorios con manipulación de agentes infecciosos, la situación es la contraria, ya que debe evitarse la salida de aire del laboratorio, seguramente por estar contaminado.
En contradicción con todas esas formas de aislamiento, el laboratorio de Miuler está abierto al mundo y de ahí emerge ese aire de cosmopolitismo y su vocación humorística para conducir a alguno de sus dobles hasta los lodazales del ridículo. Y, felizmente, tampoco es un laboratorio cerrado pues está al alcance de cualquier lector interesado en dejarse contaminar con sus atrevimientos.

Aire fresco en la literatura amazónica tan sumida hasta ahora en el naturalismo, cuando no en el folclor. Una corriente de aire saludable.

De hecho, con los conflictos étnicos que han ensangrentado durante la última década a países de pluralismo cultural, hemos visto identidades llevadas al extremo reivindicando para sí, y excluyendo a las otras, el territorio, la ley y el poder. Y, lo peor, incluso la literatura. El repliegue de las culturas sobre sí mismas, la identidad reducida a los albures del nacimiento, el color de la piel o la filiación religiosa, da cuenta de la función restrictiva y de exclusión que puede asumir la cultura en ciertas circunstancias. 

Por eso "No es nada personal" se constituye en un estremecimiento de sobrevivencia literaria, tanto en sus dimensiones universales como en la legitimidad de su asociación con las historias localistas. Con el caso de Miuler Vásquez, la interrogante principal pasa ahora por las relaciones recíprocas de una fuerza que mira hacia el pasado y otra que se proyecta y se abre hacia la alteridad. La experiencia de sus dobles se asocia con las tres dimensiones constitutivas de la diferencia cultural ―con el individualismo, pero también, y sobre todo, con la identidad y la subjetividad―, enriqueciendo al mismo tiempo la vida literaria mucho más allá de su grupo de pertenencia. 

El ejemplo más nítido salido de este laboratorio de cosmopolitismo es Hombrecitos de nieve. Una pieza de lectura necesaria para todo el mundo que anhele escapar a los regionalismos castradores.//

Escribe:   Jorge Nájar

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