Personaje ilustre: Antón Chéjov


Escribe: Oswaldo Gonzaga Salazar

Reseña biográfica. Eximio e indiscutible maestro del cuento corto y gloria nacional del teatro ruso –el teatro de Moscú lleva su nombre–, nació en 1860 en Taganrog, Rusia. Descendiente de siervo de gleba, su padre tenia una tienda de abarrotes en la que no podía progresar y agobiado con las deudas, casi huyendo se retiró a Moscú. Chejov estudió medicina y se ayudó económicamente publicando relatos y bocetos periodísticos. A los treinta años ya era famoso y aunque también era médico, la creación literaria fue siempre lo que más le atrajo. Pero ya por entonces, debido a exigidos esfuerzos manifestaba un mal pulmonar que a los cuarenta y cuatro años le causaría la muerte: tuberculosis.

Le tocó vivir durante las épocas de los Zares Nicolas I-II y Alejandro I-III, épocas de pura  explotación campesina en forma inhumana. En su obra refleja la triste vida del pueblo ruso, venciendo el pesimismo agobiante, ya que alcanzó a vislumbrar las luchas y los cambios revolucionarios de su país, anuncia en su teatro: "la hora ha sonado, algo grande avanza hacia nosotros. Una enorme y poderosa tempestad se prepara y pronto la pereza, la indiferencia, los prejuicios contra el trabajo, el mórbido tedio de nuestra sociedad, todo será barrido". Palabras premonitorias ya que murió en 1904. Tan convencido estaba, sobre todo de su lucha al lado de los explotados, los desposeidos, los humildes, que perteneciendo a la academia rusa no dudó en renunciar a ella en protesta cuando el Zar por motivos políticos privó a Máximo Gorki –  autor de "La madre" de su honorífico carácter de miembro.

En "La isla de Sajalín", denuncia el horror de los presidios, por lo cual logra algunas mejoras en el sistema carcelario de todo el país.

Cuando pudo y fue necesario marchó "Al frente" a brindar sus servicios humanitarios de médico a los enfermos de la guerra.

Sorprende la gran capacidad de observación con que Chéjov penetra en la psicología de sus personajes, que poco a poco, va agrandando situaciones: desde ese microcosmos se extenderá a los grandes temas que en la vida orientan no pocos destinos humanos. De hechos triviales están hechas sus historias que se hacen complejas en el actuar de estos héroes –o antihéroes– de la rutina, la abulia, el conformismo y la alienación.

En "Angustia", al cliente de un cochero no le interesa que le cuente la historia de su hijo fallecido en el hospital y termina contándosela al caballo.

En "La sala N° 6", el Dr. Andrei se esfuerza por combatir el abandono en que se halla el hospital cuya dirección se le ha confiado. En esta sala destinada a enfermos mentales, después de tantas insidias y malos entendidos provocados, un médico y su ayudante le declararon demente y le recluyen en la sala N° 6.

Chéjov es el gran observador, el escritor consciente de su época. Su capacidad de percepción de lo vulgar es asombrosa. Sus personajes no son malvados, sino atolondrados, infelices, sobre los que el autor nunca hace recaer el peso de la culpa. Los trata con piedad. Por eso han devenido en llamarle el alegre, irónico, compasivo y melancólico Antón Chéjov.//  

Obras. Teatro. "El jardín de los cerezos", "La gaviota", "El tío Vania", "Los tres hermanos", "La sala número seis". Cuento. Narraciones: un total de más de 200. Más importantes: "La isla de Sajalín", "Mi vida", "Historias varias", "La dama del perrito y otros cuentos", "Gente triste", "Relatos variopintos", "Cuentos de Melpómene", "Cuentos de la Estepa".


Historia de un matrimonio (Condensado)

Nuestros padres nos dejaron solos.

―¡Anda! ―me incitó el mío― ¡Adelante! 
―Pero ¿cómo le voy a hacer la declaración si no la amo?
―¡Déjate de monsergas! No eres más que un bobo sin luces. ―riñó mi padre.
―Bueno ―me dije a mí mismo, que sea lo que Dios quiera.

Comencé a oír latir el corazón y castañetear los dientes de Zoia Andréievna. La pobre muchacha tampoco me quería. Yo parezco un orangután y soy feísimo. Pero por ese entonces yo era por estilo de cualquier otro animal: mofletudo, peludo, granuloso. No pude dar inicio a mi mentirosa declaración. Salimos al  jardín y echamos a andar por un sendero. Nuestros padres, que habían estado escuchando con los oídos pegados a la puerta, se escondieron. Nos sentamos en un banco y volví a la carga:

―Mi felicidad depende de una persona a la que amo, y si ella no me correspondiera, mi perdición y mi muerte serían irremisibles… Esa persona es Ud. ¿Puedo aspirar a su amor? ¿Me quiere usted?
―Sí, le quiero ―dijo― y rompió en llanto.
―¡No, No! ―protesté― ¿Cómo es posible que me crea, Zoia? Paloma mía, no me crea. Yo no la quiero y usted tampoco me quiere. Todo es pura ficción. Nos casan a la fuerza. Por interés, ¡malditos diablos! ¡Ahora mismo voy y les digo que no quiero casarme con usted!

Zoía dejo de llorar repentinamente, su cara se secó al instante. "Usted también vendrá, les dirá que no me quiere a mí, si no a Balvitsin, y yo estrecharé la mano de ese muchacho. Sé con qué pasión le ama usted. 

Ella sonrió de felicidad. Caminaba a mi lado. 

―Usted también ama a otra: a mademoiselle Debé.
―En efecto, ya pueden maldecir mis padres que me casaré con ella por encima de todo. La quiero más que a mi vida. Vivir sin ella no es vivir. Si no, prefiero la muerte. ¡Enfrentémoslos!

En un arrebato de contento le di las gracias. Nos abrazamos fuertemente, besé sus manos y ella mi cabeza ―la dura  pelambre―, olvidando toda etiqueta. Fue la más grande, creo, declaración de desamor. Trémulos nos encaminamos a la casa, animándonos el uno al otro. ¡Que nos riñan, que nos peguen, hasta que nos echen, pero seremos felices cada uno con lo nuestro! Al vernos tan radiantes trajeron champaña para celebrar. 

Yo protesté, pateaba el suelo; Zoia gritaba hecha un mar de lagrimas. Se armó un alboroto; pero a pesar de todo, nos casaron.

Hoy celebramos nuestra boda de plata, ¡un cuarto de siglo juntos! Al principio se nos hacia cuesta arriba. Yo le reñía, le pegaba. Empecé a quererla por puro cansancio. Tuvimos hijos para matar la pena… Después… fuimos acostumbrándonos. Y en este preciso instante, Zoia está detrás de mí y apoyando la mano en mis hombros, me besa la calva.//

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