Peruano ilustre: Manuel Ascencio Segura


Escribe: Juan Rodríguez Pérez

Manuel Ascencio Segura y Cordero nació en Lima el 23 de junio de 1805 y murió el 18 de octubre de 1871. Fue un representante del costumbrismo en los inicios de la literatura republicana, a través del teatro,  destacándose con sus comedias.

Su primera comedia, «La Pepa», en la cual criticaba la prepotencia militarista, no llegó a publicarse porque sus opiniones podían poner en peligro su carrera militar.

Fue colaborador de El Comercio y en ella publicó, por entregas, su única novela, Gonzalo Pizarro. Entre 1839 y 1845 estrenaba piezas en el ambiente limeño como el drama «Amor y política» y las comedias «El sargento Canuto», nueva crítica al militarismo, teniendo buena aceptación entre el público; «La saya y el manto»,  comedia donde un solicitante de empleo promete matrimonio a una joven con el fin de lograr su intercesión para conseguir su objetivo; y estrenó la primera versión de «Ña Catita», pieza de 3 actos (que luego ampliaría a 4), sin duda la más reconocida de sus piezas teatrales.

Otra de sus obras conocidas es la comedia «Las tres viudas» (1862), donde se le observa más reposado, con atisbos psicológicos, desconocidos en sus obras anteriores.

Segura representa la crítica acertada sobre la sociedad de su tiempo, reflejándose en el sabor criollo que imprimía a cada una de sus comedias.
A los 37 años, se casó con Josefa Fernández de Viana, con quien tuvo dos hijos. Falleció el 18 de octubre de 1871, aquejado por problemas de asma y algunas desgracias familiares.


Poema a las muchachas

Niñas que leyendo aquesto
mostraran ceñudo el gesto,
sí, las hay;
pero que de lo leído
saquen el fruto debido,
no las hay.

Niñas pulidas y bellas
como el sol y las estrellas, sí, las hay;
pero de tal condición
que no tengan presunción,
no las hay.

Niñas que a los doce abriles
cuentan las gracias a miles,
sí, las hay;
pero que estén sin su mueble,
aunque en edad tan endeble,
no las hay.

Niñas que a dos, tres y cuatro
les dicen: yo te idolatro, sí, las hay;
pero niñas que por esto,
logren casarse más presto,
no las hay.

Niñas que, en la edad del amor,
a todos muestren rigor,
sí, las hay;
mas que de tal entremés
no se arrepientan después,
no las hay.

Niñas solteras de treinta
y aun de cuarenta y cincuenta,
sí, las hay;
mas de genios tan extraños
que no se quiten los años,
no las hay.

Niñas que a un tonto sonríen
y de él a solas se ríen,
sí, las hay;
mas niñas que por el pronto
no quieran pillar un tonto,
no las hay.

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