Mantenida

(A expensas de las esperas, desacatando el alumbramiento de alguna falsa partida que los espasmos de la cruel sumisión impedían, sus consecuentes relieves sagrados desfallecieron en intereses redundantes y su voz de protesta se fue relegando a un “vi la luz, merezco las atenciones”. Atrás, dejadas en los escenarios de felpa, quedaron sus manías y bonanzas de placer; atrás, incluso, los entretelones postreros del mancebo recuerdo de ese dios sin barba que decide por el destino de la gante, que la harían dimitir del escarnio de sus años encima, se obstruyeron en manifiestos rumores que por siempre, desde que no se reanimaba con los espectáculos de repartos de saludos y bendiciones, se adhirieron al espanto de las retribuciones obligadas. O pudo el consuelo, retratando para tal la dulce contradicción, servirse de las eventualidades de sus anhelos y encaminarla al desapego: ¡congéneres ingratos, sin ellos las sonrisas se venían limpias!)

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