(A expensas de las esperas, desacatando el alumbramiento de alguna falsa partida que los espasmos de la cruel sumisión impedían, sus consecuentes relieves sagrados desfallecieron en intereses redundantes y su voz de protesta se fue relegando a un “vi la luz, merezco las atenciones”. Atrás, dejadas en los escenarios de felpa, quedaron sus manías y bonanzas de placer; atrás, incluso, los entretelones postreros del mancebo recuerdo de ese dios sin barba que decide por el destino de la gante, que la harían dimitir del escarnio de sus años encima, se obstruyeron en manifiestos rumores que por siempre, desde que no se reanimaba con los espectáculos de repartos de saludos y bendiciones, se adhirieron al espanto de las retribuciones obligadas. O pudo el consuelo, retratando para tal la dulce contradicción, servirse de las eventualidades de sus anhelos y encaminarla al desapego: ¡congéneres ingratos, sin ellos las sonrisas se venían limpias!)
El gallo gallina La novela de Oswaldo Reynoso “El gallo gallina”, editada por una editorial peruana que ha tenido a bien transcribirla de un original publicado a mimeógrafo, según palabras del autor, hace más de cinco décadas, es una verdadera muestra de ingenio, por ser un compendio de sucesos narrados en distintos tiempos y estilos literarios. Una “gallo gallina” es un gallo de pelea que se asemeja a una gallina en apariencia; con esta peculiaridad, engaña a su rival, a quien después de haber confundido y al punto de alterarle las hormonas, logra vencerlo. El de esta historia, por la trama y su mismo nombre, “Civilísimo”, es un gallo de suma importancia. Tanto su dueño, apegado a su animal al punto de llorar por él y embriagarse al máximo, el adolescente que por desgracia lo hurta, el cocinero que parece haber pactado con el diablo para obtener la receta de una pachamanca sin igual, los inoportunos apristas, los maestros oradores y sobones, los mendigos, y finalmente, el minist
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