De escritores, por qué escriben, y de antologías


De escritores, por qué escriben, y de antologías

                           
Escribe: Carlos Villacorta Valles

Antes de comentar sobre nuestros escritores sanmartinenses, quiero dejan las siguientes consideraciones sobre el ser escritor, por qué se escribe y las antologías:
“Cualquiera puede escribir” dijo uno de los organizadores de un importante taller literario para jóvenes en la Casa Museo Mariátegui, al cual fui invitado para exponer mis experiencias y leer poesía. Es cierto, repuse, “cualquiera puede escribir”, pero, no cualquiera puede escribir una obra literaria. Se necesita mucha disciplina, bastante lectura y sobre todo una motivación especial y personal que te crea la voluntad necesaria para ponerte a escribir.

¿Qué es entonces un escritor? O mejor, ¿quién es escritor?, ¿quién lo define? 
En Argentina, una ley del 2009 del consistorio bonaerense concede pensión de jubilación a los escritores porteños, 719 euros al mes. Lo curioso es que uno de los requisitos para ser considerado (escritor) en este beneficio es que “las editoriales le hayan publicado al menos cinco de sus libros, pero que no hayan sido ediciones pagadas por el propio autor”. (http://sade.org.ar/web/index.php). Las ediciones de la Feria Internacional del Libro de Miami no acepta la presentación de libros autopublicados. Tampoco la revista The New York Times Book Review acepta estas obras. Para mí, eso es una estupidez.
El diccionario define escritor: “Persona que escribe”, “Autor de obras escritas o impresas”. Así, los escritores pueden producir: novelas, cuentos, poesía, obras de teatro, artículos periodísticos, reseñas, reportajes, guiones, o ensayos. Sean de editorial o no.
Franz Kafka siempre negó que fuera escritor, son sus lectores que le hicieron escritor. Cuando en Moyobamba presenté mi primer libro: “Orillas de la educación como árboles caoba” (Novela-ensayo), Alberto Alvarado que lo presentó dijo que era “un escritor interesante”, en Tarapoto, Miuler Vásquez González dijo “es un gusto presentar a un escritor moyobambino”. Una anécdota chauvinista: Wilter Aro, Director de la I. E. "Juan Miguel Pérez Rengifo" de Tarapoto, cuando presenté mi libro en su institución manifestó que “es un gran escritor y que estaba de acuerdo en todo conmigo, en lo único que no estaba de acuerdo que era escritor moyobambino”, una broma que nos causó la risa a todos, pero que parecía cierta. Por otro lado, el colectivo: “Poética” de Tarapoto difundió hace poco, una poesía de mi autoría “Poesía Planetaria” y agregan a mi nombre el de “Escritor Amazónico”, hecho que agradezco y, no lo niego, me alegra, pero, hasta ahora me causa una rara sensación ¿Pudor?
Entonces, son los lectores los que deciden si eres escritor o no, sin embargo, una convicción profunda te puede hacerte decidir y decir “soy un escritor”, decisión personal por cierto que no basta. En ese sentido, no es necesariamente escritor quien publica un libro.
Ahora bien ¿Quién califica de buen o mal escritor? Disyuntiva muy compleja que obligó a decir alguna vez a Jorge Luis Borges "Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas cosas a la vez.”
Antes, un buen escritor era definido por los críticos, luego lo definía el público, actualmente lo define la prensa mediática que recibe una buena partida económica de la editorial que promueve al escritor. Pomposamente los llaman “escritores consagrados”. Sin embargo, de algo estamos completamente seguros, la mayoría de los “grandes escritores” a quienes “consagran” son los que defienden el sistema o los que no lo tocan. Los premios literarios también van por ese mismo camino. Los escritores antisistema no son promovidos en vida, por el contrario son difamados; después de muertos los convierten en íconos para volverlos inofensivos o dioses inmaculados.

¿Por qué se escribe? ¿Por qué escriben?
¿Por vocación?, ¿por placer?, ¿por afán de figuración?, ¿para ganar dinero?, ¿por dar a conocer una idea, un pensamiento, una fantasía? Hay miles de respuestas. “Es mi costumbre y además es mi oficio” dice Jean Paul Sartre en su autobiografía. Para Scott FitzGerald fue una “necesidad emocional de expresión”, para Susan Sontag un “ejercicio de exploración”, para Foster Wallace “pura diversión”. Por un “acto de inspiración” dicen otros. La RAE dice: “la inspiración es el efecto, sentir el escritor, el orador o el artista el singular y eficaz estímulo que le hace producir espontáneamente y como sin esfuerzo”. Pero, un arrebato espontáneo no nace de la nada, lo digo en mi libro “Vamos a la selva amazónica. Cuentos y poesías de la selva” en la introducción: “nuestro mundo interior explota con el tipo de contenido y mensaje que lo hemos alimentado intelectualmente, porque el componente principal de nuestro mundo interior es el pensamiento donde están nuestras concepciones” (Pág. 9). Entonces la inspiración tiene su motivación, y la creación, exige mucha disciplina y voluntad.
Sin embargo, consciente o inconscientemente, son las concepciones que posee el escritor sobre la vida, el mundo, el dinero, las clases sociales, la riqueza, la pobreza, etc., que van a definir finalmente sus motivaciones para escribir de tal o cual contenido. Nadie escapa a la situación de mostrar o esconder la realidad; forma parte de nuestra dimensión social.
Por ejemplo, yo escribo por necesidad de denunciar las injusticias, por arengar a las gentes que contribuyan en la forja de una nueva sociedad más justa, ese es el gusto consciente que tengo, entonces leo y leo y observo la realidad para poder escribir. Escribo porque me gusta ver a mis amigos alegres y que me digan “qué bien”, “sigue contribuyendo así con la cultura de nuestro pueblo” y, seguramente que la gente que quiere lo mismo, al leerme, se alegre y diga “que bien que haya gente que escriba de esta manera”.

Con respecto a las antologías, éstas me causan cierta nostalgia, porque todas son injustas, no caben todos los que deben caber, luego les mienten diciendo que en el próximo número saldrán, y en los que salen, se genera una patética vanidad que, al escribir su bío, ponen “antologado en…”  No pasan de ser una antología de la vanidad, por tanto, las antologías no deben utilizar el criterio “basado en la calidad de los textos”. Porque al antologar entra a tallar el subjetivismo, amiguismo, odio, envidia, el regionalismo, el chauvinismo, etc., y, no necesariamente quien gana un concurso escribe con calidad. Porque la calidad tiene diversos antojos según los ojos que los ven y sobre todo la concepción que maneja el evaluador. Quienes inventaron la antología, fueron las editoriales, con afán lucrativo. Hay que mejorar las antologías.

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